¿Los mejores trabajos no pertenecerán a quienes vayan a las mejores universidades? Qué dicen los expertos

El CEO de LinkedIn, Ryan Roslansky, aseguró que el éxito profesional dependerá de la adaptabilidad y el uso de nuevas herramientas y cada vez más los títulos académicos dejarán de tener peso. Para analistas locales, las declaraciones de Roslansky forman parte de la filosofía de los “tecnobros”, pero también pintan una realidad innegable: procesos burocráticos y engorrosos desaparecerán.

En un mundo donde la inteligencia artificial (IA) redefine paradigmas a una velocidad vertiginosa, la pregunta sobre el futuro del trabajo se volvió central. Ryan Roslansky, CEO de LinkedIn y vicepresidente ejecutivo de Microsoft Office y Copilot, puso sobre la mesa una tesis que resuena en los círculos tecnológicos globales: El porvenir ya no pertenece a quienes ostentan los títulos más prestigiosos, sino a aquellos profesionales que demuestren ser adaptables, estén dispuestos a aprender continuamente y sepan adoptar las nuevas herramientas.

Sin embargo, esta visión, que se presenta como un camino meritocrático hacia la relevancia laboral, es puesta bajo la lupa por analistas que observan trasfondos económicos y sociales más complejos, donde la IA no es solo un instrumento, sino el pilar de un nuevo sistema de poder.

La visión corporativa: Adaptarse o quedar fuera

Las declaraciones de Roslansky sintetizan el discurso predominante en la cúpula tecnológica. Para el directivo, lo esencial hoy es "la disposición de los profesionales a actualizarse constantemente y adoptar nuevas herramientas tecnológicas". Esta postura no es aislada. Figuras como Sam Altman y Mark Chen de OpenAI, y especialmente Jensen Huang, CEO de NVIDIA, expresaron anteriormente ideas similares. Huang lo resumió de forma contundente en una reciente conferencia: "No vas a perder tu trabajo a manos de una IA, sino que vas a perder tu trabajo a manos de alguien que usa la inteligencia artificial".

Frente a esta narrativa, Luis Benítez, experto en IA, explicó que el capitalismo tradicional "falleció en la crisis del 2008", y a partir de allí comenzó a consolidarse lo que él denomina "tecnofeudalismo". Este concepto describe la construcción de un ecosistema económico donde los usuarios de la tecnología "se vuelven alimentadores del 'señor feudal'", refiriéndose a las grandes corporaciones tecnológicas que utilizan los datos personales para refinar y vender mejores servicios.

"Dentro de ese proceso está la IA", explicó Benítez, recordando que es una tecnología con décadas de desarrollo, pero que desde 2015 vive una consolidación acelerada. Para el especialista, la necesidad de capitales inmensos para el entrenamiento de modelos impulsa a estas empresas a hacer lobby para que los Estados incluyan la IA en las mallas curriculares y espacios de formación. "La forma de ganar dinero es que más personas usen IA. De ahí sale esta lógica 'darwiniana' de que si no te adaptás, morís. Este tipo de relatos como el del CEO de LinkedIn es propio del nuevo sistema económico que tenemos", sentenció.

Benítez vincula este proceso con el ascenso de figuras políticas como Donald Trump, a quien sitúa "al lado de los 'tecnobros', quienes son los que controlan el capitalismo de vigilancia actual". En su perspectiva, la presión por adaptarse no responde solo a una necesidad productiva, sino a una estrategia comercial para ampliar y profundizar un modelo de negocio que concentra el poder y los datos en pocas manos.

Una oportunidad: De albañiles a arquitectos

En un punto intermedio, o tal vez en una visión más optimista, se encuentra Joaquín Morínigo, creador de Cripto Py. Para Morínigo, la IA es fundamentalmente una herramienta que "vino a facilitarnos la vida". "Hasta hace poco, nosotros éramos los albañiles de nuestras ideas: picábamos piedra, construíamos desde cero. Hoy, con la IA, pasamos a ser arquitectos. Podemos imaginar con más libertad, diseñar con precisión y dejar que la máquina ejecute los planos", reflexionó.

Morínigo reconoció que la IA "puede reemplazar ciertos trabajos", pero insiste en que, como en toda revolución tecnológica —la electricidad, el automóvil, internet—, el mercado laboral no se destruye, sino que se transforma. "La historia se repite, la tecnología no destruye el trabajo, lo transforma", afirmó.

Su mirada se centró en la oportunidad de liberar el potencial humano hacia tareas de mayor valor. "Estamos entrando en una etapa donde el valor no estará en lo que haces con tus manos, sino en lo que puedes imaginar y dirigir con tu mente. Y ahí está la verdadera oportunidad: aprender a ser arquitectos en un mundo lleno de nuevas herramientas", añadió.

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