Cómo presentar una buena idea

(Por Violeta Escobar de Ojo de Pez) “Cualquiera puede tener una idea” es la frase más repetida últimamente. Es una realidad que con la democratización de internet tener una buena idea es moneda común hoy en día y que el verdadero reto, reside en saber transmitirla con inteligencia y lograr eventualmente venderla.

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De acuerdo con expertos, la parte más complicada es la presentación. Es cuando muchos proyectos se quedan sin ver la luz, no por su potencial, sino porque no fueron presentados correctamente.

Entonces, voy a dejar unos cuantos tips que me ayudaron (la mayoría de las veces) a sentirme como un verdadero señor Miyagi y conquistar el arte de la venta.

1. Aprender a leer el lenguaje corporal del cliente.

Es sabido que el ser humano tiene la capacidad de comunicar sin hablar a través de su presencia corporal, sus rasgos faciales, su postura y hasta su forma de vestir.

Nuestra misión es saber captar esta información a nuestro favor y saber cómo utilizarla durante la presentación.

Hay públicos serios y hay públicos relajados. Una vez que identifiquemos cuál es el nuestro, podemos empezar a desplegar la magia y presentar más tranquilos.

¿Alguien bostezó? No siempre es mala educación. Probablemente esa persona tuvo un día muy largo así que no perdamos tiempo con ejemplos interminables y vayamos al grano. Es 100% válido pasar slides e ir directo a lo que queremos ver, siempre y cuando no se comprometa la idea.

Flexibilidad de acuerdo al interlocutor que nos escucha es la clave de todo.

2. Presentación clara y en cristiano.

En primer lugar, siempre realizar una breve síntesis del pedido(http://ojodepez.com.py/blog/5/un-buen-brief-es-como-una-buena-foto-muestra-poco-y-dice-mucho) y los objetivos de la idea. Esto nos ayudará a ubicarnos y a ponernos a todos en la misma página para saber si vamos o no en la dirección correcta.

En segundo lugar (a no ser que se trate de un manual con información estratégica clave para el futuro), hacer siempre presentaciones cortas, directas, sin mucho texto, pero sí con mucho contenido sensorial y ejemplos visuales que impacten.

Finalmente, evitar a toda costa abusar de palabras en inglés o cualquier otro idioma fancy que pueda confundir al cliente. Hagamos el ejercicio de traducir y ser más sencillos cuando hablamos, no nos vamos a morir si no decimos “engagement” por un día.

3. Si hay dudas, que ni tu mamá se entere.

En un mundo ideal, todos los días nos levantamos sintiéndonos dioses del Olimpo, creyendo en nuestras ideas y con la autoestima por el cielo.

En el mundo real, hay poco tiempo y luchamos diariamente con un montón de dudas que nos persiguen.

El desafío es aprender a dominar esos sentimientos negativos y entrar con la confianza de Pampita por la puerta grande, no es tarea fácil pero tampoco imposible.

A veces los nervios son inevitables y por más que no queramos, nos ganan. Así que, si en una de esas sentís que se te quiebra la voz, lo mejor es hacer mea culpa y admitir con toda la gracia posible: “Disculpen, mucha gente linda me pone un poco nerviosa”.

Es ley que una vez blanqueados, los nervios desaparecen. Nada mejor que mostrarse vulnerable para recibir un poco de empatía. Al fin y al cabo, todos somos humanos y nada puede ser tan grave*.

*Excepto re-trabajar toda la idea un fin de semana solamente porque no pudiste presentar bien.

4. Nunca, nunca, nunca leer las diapositivas de la presentación.

A no ser que te hayas ido a presentar el trabajo de un compañero que misteriosamente se enfermó de dengue a último momento y no tenés la más pálida idea de qué se trata, nunca hay que leer las diapositivas al pie de la letra.

Recordemos que la presentación es simplemente un soporte que nos ayuda a contar la idea de la mejor manera, por eso siempre tenemos que estar muy seguros del contenido, las partes fuertes y dónde sorprender.

Así como cuando nos vamos a pedirle plata a mamá, tenemos que “masterar” nuestro speech y lo que sea que vamos a ir a presentar.

5. Pelear con estilo.

¿Y si todo sale mal? En primer lugar, tenemos que tener muy en claro que a pesar de las creencias populares que nos suelen inculcar los clientes no son nuestros enemigos.

Somos y siempre seremos aliados estratégicos.

Si la idea no fue bien recibida, intentar entender el porqué. Si la explicación carece de razones sólidas, pelear. Pero pelear sin frustraciones y con mucha elegancia, demostrando puntos claros y recordando constantemente que somos del mismo equipo y que queremos lograr las mismas cosas.

Profundizar nuestro racional y hacer todas las preguntas posibles de la mejor manera, dejando siempre, siempre, siempre la pelota en cancha ajena.

La idea es nunca darse por vencidos, pero sí entender el contexto y las limitaciones que se nos presentan.

Como dice una frase en Pinterest: “Si hoy no fue, mañana será”

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