El arquitecto Juan Bonini, propietario de la firma Estudios Bonini, analizó el fenómeno de los barrios cerrados en Asunción y su área metropolitana, un modelo urbano que (según explicó) surgió como una respuesta del sector privado ante las deficiencias del Estado en la provisión de servicios públicos. Bonini señaló que este tipo de desarrollos nació impulsado por los sectores de mayor poder adquisitivo, que buscaron soluciones privadas a problemas de seguridad, infraestructura y servicios que las municipalidades y entes públicos no lograron cubrir.
El profesional explicó que en los últimos diez años los barrios cerrados evolucionaron hacia un mayor nivel de sofisticación, especialmente en los segmentos de alto poder adquisitivo. “Estos complejos ofrecen cada vez más amenities y experiencias exclusivas”, afirmó.
Bonini también observó que el modelo se expandió hacia sectores de menor poder adquisitivo, aunque con diferencias en la escala y la calidad de los servicios. “Incluso en esos casos existe una fuerte demanda, especialmente por seguridad”, comentó. Añadió que, en los desarrollos más avanzados, los residentes encuentran supermercados, colegios e incluso sistemas propios de agua o energía eléctrica, elementos que mejoran su calidad de vida y compensan las deficiencias de los servicios públicos urbanos.
El arquitecto destacó que la búsqueda de tranquilidad y calidad de vida constituye otro motor de crecimiento. “Los niños pueden jugar entre vecinos sin que los padres se preocupen por la seguridad, lo que repercute directamente en el bienestar familiar”, subrayó. Además, algunos proyectos incorporan generadores eléctricos y sistemas de gestión privada del mantenimiento, lo que refuerza la percepción de eficiencia y estabilidad dentro de estos barrios.
Desde el punto de vista teórico, Bonini reconoció que los barrios cerrados no son recomendables en la planificación urbanística tradicional, ya que tienden a generar “burbujas” dentro del tejido urbano. No obstante, advirtió que, en contextos latinoamericanos como el paraguayo, el pragmatismo se impone sobre la teoría. “Las deficiencias del sector público y la falta de inversión en infraestructura obligan a buscar alternativas privadas”, afirmó.
En ese sentido, sostuvo que el Estado nacional invierte poco en infraestructura, y que la capacidad de gestión municipal es débil, incluso cuando hay fondos disponibles. “No es tanto un problema de dinero, sino de gestión”, sentenció. Ante esta situación, consideró que los barrios cerrados representan una oportunidad para el sector privado, ya que impulsan la construcción, generan empleos y dinamizan la economía local.
“El auge de estos proyectos no puede verse como un fenómeno negativo en sí mismo”, aclaró Bonini. Afirmó que, aunque se trate de espacios privados, los barrios cerrados generan empleo e impacto económico en su entorno. “Las personas que viven en los alrededores trabajan dentro de esos complejos, en mantenimiento, jardinería, colegios o comercios. Por tanto, activan el movimiento económico de la zona”, detalló.
Finalmente, Bonini recomendó que los desarrolladores busquen integrar los barrios cerrados al tejido urbano para evitar que se conviertan en guetos aislados. Propuso que las municipalidades ofrezcan incentivos a los proyectos que promuevan esta integración y que los propios desarrolladores reconozcan las ventajas de abrir sus espacios a la comunidad. “Un barrio cerrado puede ofrecer seguridad, pero también integración. Si tiene comercios o actividades abiertas al público, puede aportar más a la ciudad”, concluyó.
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