La voz que ordena, contagia y sostiene: el líder vocal

(Por Natalia Dancuart, psicóloga del deporte) Hay voces que quedan resonando en la memoria del equipo. Voces que orientan, que encienden, que sostienen. No son necesariamente las más fuertes, pero sí las más precisas. No todas se escuchan desde la tribuna, pero dentro de la cancha hacen toda la diferencia. Son las voces de esos jugadores que guían al equipo desde el juego mismo, los líderes vocales.

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Muchas veces este tipo de liderazgo vocal emerge de forma natural, por la personalidad o la claridad con la que ese jugador se expresa en el campo. Pero no siempre aparece espontáneamente. En muchos casos, esas habilidades pueden incentivarse, entrenarse y potenciarse. El liderazgo vocal no es exclusivo de unos pocos: también es una herramienta que se construye, que se practica y que, bien trabajada, puede transformar la dinámica de un equipo.

Este liderazgo no tiene que ver solo con hablar, sino con saber decir. Con elegir el momento y el tono justos. Con comunicar desde la función, no desde el ego. A veces lo encarna un defensor central que organiza la línea; otras veces es un mediocampista que regula el ritmo o un delantero que activa la presión. Puede ser el arquero, que por posición y visión global está en el lugar ideal para anticipar, ordenar y corregir. Y muchas veces, lo mejor que puede tener un equipo es más de un líder vocal: uno por línea, cada uno conectando su zona, conteniendo, contagiando, tejiendo comunicación en tiempo real.

Para mí, lo ideal es que el liderazgo vocal se comparta, que haya varias voces no genera ruido, sino red, una red donde cada jugador sabe a quién escuchar cerca, y desde dónde hacerse escuchar.

En un equipo donde el arquero es líder vocal, la defensa respira distinto. Donde el mediocampo habla, se gestiona el ritmo. Donde los delanteros se activan con la voz, se contagia la presión. No se trata de llenar la cancha de gritos, sino de habilitar voces con propósito. Por ejemplo, frases cortas, comandos claros, palabras que ordenan el desorden.

¿Se puede entrenar al líder vocal? ¿Cuáles son los primeros pasos?

Se entrena. No se trata de esperar que alguien “nazca” con ese rol, sino de generar espacios donde pueda desarrollarlo. En los entrenamientos, se puede asignar a diferentes jugadores el rol de “voz del equipo” y observar qué pasa cuando se les da permiso para ordenar, corregir o activar. Se pueden diseñar ejercicios donde la comunicación no sea opcional, sino parte de la consigna: reducidos con énfasis en verbalización, jugadas de balón parado donde se evalúe quién habla y qué dice.

También es clave revisar videos donde el liderazgo vocal haya tenido impacto —positivo o negativo— y reflexionar sobre ello en equipo. El feedback inmediato también cuenta: cuando un jugador toma la voz en el momento justo y eso mejora el juego, es importante señalarlo. No para premiar al que grita más, sino al que comunica mejor. Tengamos siempre presente que liderar con la voz es más que levantar el volumen: es elegir bien las palabras, el momento y el tono.

¿Qué nos dice la psicología sobre sus funciones?

Desde la psicología del deporte, este tipo de liderazgo está estrechamente ligado al concepto de liderazgo sociocomunicacional: una forma de influir en el grupo a través del lenguaje, la conexión emocional y la lectura del contexto. Es un liderazgo funcional, basado en la necesidad del equipo más que en el rol formal. Además, cuando el mensaje del líder vocal es claro y oportuno, no solo organiza, sino que reduce la incertidumbre en momentos críticos, y esto es un factor clave en la autorregulación emocional y en la toma de decisiones bajo presión.

En términos motivacionales, el líder vocal también puede reforzar la percepción de competencia y sentido de pertenencia de sus compañeros, dos pilares fundamentales según la teoría de la autodeterminación. Cuando un jugador siente que su compañero lo guía, lo incluye y lo respeta verbalmente, no solo mejora su rendimiento: también se siente parte de algo más grande que él. Esa es la voz que, cuando aparece, no solo se escucha. Se agradece.

En grupos de alto rendimiento, se valora que exista más de una figura que asuma la coordinación comunicativa en el campo. No todas las decisiones se toman desde el banco: muchas se reconstruyen sobre la marcha. Y ahí, el liderazgo vocal funciona como un ajuste constante entre lo planificado y lo que el juego exige. Digamos que es una forma de autorregulación colectiva.

Además, el líder vocal encarna un perfil adaptable: no impone una única forma de comunicarse, sino que ajusta su estilo según el momento, el estado emocional del equipo y el contexto del partido (liderazgo situacional). En momentos de tensión, su voz puede bajar el ritmo; en momentos de dispersión, puede reenfocar. No necesita ser el más carismático, sino el más consciente del entorno.

Por último, el liderazgo vocal también opera como una herramienta de regulación emocional en la competencia. No todos los jugadores gestionan igual el estrés, la presión o la frustración. Una indicación oportuna, un “vamos” bien dicho, una mirada que acompaña con palabra, puede interrumpir una espiral negativa. La voz del compañero, en ese momento, funciona como una especie de “recordatorio emocional”: estamos juntos, seguimos conectados, esto todavía se puede ordenar.

Recomendación para el cuerpo técnico

Antes de pedir que hablen, generá un entorno donde hablar tenga sentido y efecto. Observá quiénes ya comunican de forma espontánea, y empezá por ahí. Dales lugar, reforzá ese gesto. Luego, armá tareas en las que la comunicación verbal sea parte de la consigna: no para evaluar solo lo táctico, sino para que el equipo empiece a registrar qué se dice, quién lo dice y cómo impacta. El liderazgo vocal no se impone: se cultiva. Y se fortalece cuando el entorno lo valida, lo necesita y lo reconoce.

Un buen líder vocal tiene presencia constante, no solo en los momentos difíciles. Sabe cuándo hacer silencio y cuándo encender. Tiene una sensibilidad especial para leer lo que necesita el equipo en cada instante, y convertir esa lectura en una frase, un llamado, un grito que no corta, sino que cose.

Como recordatorio y cierre: no se trata de gritar más, sino de decir mejor. A veces, en el momento exacto, una sola palabra es más valiosa que 100 instrucciones. Una voz que no solo se escucha, sino que se siente. Y muchas veces, es esa voz la que marca la diferencia entre sostenerse… o desmoronarse.

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