La iniciativa nació de la mano de Ana María Corvalán junto a sus hijos, Mateo Da Costa y Angélica Mendoza, quienes transformaron una antigua vivienda familiar en un alojamiento de alto nivel, pensado para quienes buscan desconectarse del ruido urbano sin resignar confort. Con el paso del tiempo, la quinta evolucionó incorporando mejoras estructurales que hoy la posicionan como una de las propuestas más completas de turismo premium en la zona.
“Buscamos un alojamiento VIP, con todas las comodidades, pero también con una conexión real con el entorno”, explicó Mateo Da Costa. En ese camino, Quinta Yvága aumentó su capacidad total hasta albergar cómodamente a 15 personas, con habitaciones en suite, aire acondicionado, termocalefón, agua filtrada y espacios comunes más amplios. A esto se suman dos piscinas —una de agua natural que brota directamente de la piedra y otra tradicional— diseñadas para aprovechar al máximo el paisaje.
Uno de los diferenciales que se potenció en esta nueva etapa es la ubicación estratégica del predio, situado en uno de los puntos más altos de la región. “Yvága significa cielo en guaraní, y estar acá es literalmente sentir eso. Las vistas hoy están mucho más abiertas y cuidadas, lo que refuerza la sensación de aislamiento, paz y exclusividad”, señaló Mateo. Miradores, quinchos y áreas sociales fueron pensados para que cada huésped disfrute del entorno desde distintos ángulos.
Tras años de indecisión sobre el uso del terreno familiar de 21 hectáreas, la primera refacción derivó en un proyecto integral que no dejó de evolucionar. “Arrancamos alquilando casi como una prueba en Semana Santa de 2016, sin experiencia en marketing, solo con una página de Facebbook. Nunca imaginamos el alcance que iba a tener”, recordó Mateo. Hoy, la quinta se prepara para celebrar una década de actividad en 2026.
La experiencia en Quinta Yvága apunta a que cada visitante sienta que el lugar es exclusivamente suyo. La atención personalizada y el cuidado del recorrido del huésped son parte central del concepto. “Mi mamá cuida cada detalle, desde la llegada hasta la despedida. Eso genera que muchos vuelvan año tras año”, destacó.
El entorno natural sigue siendo un pilar del emprendimiento: más de 40 especies de aves, el sonido del viento entre las tacuaras y una cascada permanente forman parte del atractivo. Este marco natural, sumado a las mejoras en capacidad y vistas, consolidó a Quinta Yvága como un espacio elegido tanto para escapadas románticas como para encuentros familiares de alto nivel.
Además de visitantes locales, el alojamiento recibe turistas de Estados Unidos, Europa, Australia, Nueva Zelanda y distintos países de Sudamérica, atraídos por el servicio personalizado y la propuesta cinco estrellas. “Muchas veces lo invertido no se mide solo en rentabilidad, sino en el valor emocional del proyecto. Quinta Yvága es más que una propiedad, es un sentimiento”, afirmó Mateo.
De cara al futuro, la familia proyecta seguir ampliando la oferta con eventos corporativos, bodas, sesiones fotográficas y celebraciones, sin perder la esencia que los caracteriza. “Cada pocos meses hay mejoras visibles. Queremos crecer en capacidad y servicios, pero manteniendo el alma del lugar y la conexión con la naturaleza”, concluyó.
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