Mariela Ibarra, presidenta de la asociación, explicó que el cultivo de maíz es la principal actividad productiva del grupo desde hace aproximadamente diez años. Se trata de pequeñas parcelas, de entre cinco y ocho hectáreas por productora, que en conjunto permiten sostener una escala relevante. “Cada una tiene su chacra, pero trabajamos entre muchas”, señaló.
El fuerte repunte se da en un momento clave del calendario productivo. Las fiestas de fin de año concentran uno de los picos de consumo más importantes, impulsado por la preparación de platos tradicionales que requieren choclo y harina de maíz. “Ahora es cuando más se vende, porque la gente lo usa para chipa guazú y para la sopa paraguaya”, comentó Ibarra.
A diferencia de la campaña anterior, marcada por la sequía y las pérdidas, este año las condiciones climáticas jugaron a favor. “El tiempo nos ayudó un poco, llovió bien y gracias a Dios no tuvimos grandes pérdidas”, afirmó. El contraste es fuerte: en la campaña pasada apenas lograron colocar unas 20 bolsas en todo el año.
En esta temporada, la asociación implantó cerca de 45 hectáreas de maíz destinadas exclusivamente a la producción de choclo. Si bien el objetivo inicial era llegar a 50 hectáreas, el alto costo de la semilla obligó a ajustar la superficie. “La semilla es muy cara y eso siempre limita”, reconoció la productora.
La comercialización se realiza en bolsas y tiene como principales destinos Asunción, Pedro Juan Caballero y Ciudad del Este, abasteciendo mercados como el Abasto. El precio promedio fue de G. 25.000 por bolsa, libre, lo que permitió generar ingresos que se distribuyen entre las 20 integrantes de la asociación, en un contexto donde el maíz sigue siendo una de las pocas alternativas productivas disponibles.
Si bien el fin de año marca el momento más fuerte para el choclo, la Semana Santa también representa otro período clave de ventas, nuevamente asociado al consumo tradicional. En ese sentido, las productoras ya están planificando la próxima campaña para llegar con mayor volumen a esas fechas.
De cara al próximo ciclo, la Asociación de Mujeres Santa Clara proyecta mantener el área de siembra y apunta a volver a unas 40 hectáreas productivas. El objetivo es consolidar la recuperación y evitar retrocesos como los registrados en años anteriores, cuando el clima y los costos golpearon con fuerza.
Además del maíz, el grupo también trabaja con poroto, aunque en menor escala. En este rubro, las limitaciones están dadas principalmente por la falta de maquinaria. “No tenemos trilladora propia, y eso complica”, explicó Ibarra, al señalar que gran parte del trabajo sigue siendo manual.
En ese proceso, el apoyo institucional resultó clave. La asociación recibió un tractor a través de programas del Ministerio de Agricultura, lo que permitió mejorar la preparación del suelo y reducir costos. “Sin ese apoyo es muy difícil, porque todo es caro”, sostuvo.
Más allá del dato del 1.900%, la experiencia de estas productoras refleja una realidad extendida en el interior del país: mujeres rurales que, con organización, trabajo y algo de asistencia, logran sostener su producción y aprovechar los momentos de mayor demanda. En estas fiestas, el choclo vuelve a ocupar un lugar central en la mesa paraguaya y, también, en los ingresos de quienes lo producen.
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