Desde la visión de Capeco, la avena es utilizada principalmente como cultivo de cobertura en sistemas de siembra directa, sin un interés significativo en su cosecha o comercialización como grano. “No es un cultivo que tenga mucha explotación con fines comerciales como el trigo, el maíz o la soja. Se siembra más que nada para mantener el suelo cubierto, generar materia orgánica y conservar la estructura del terreno”, explicó Pastore para InfoNegocios. En algunos casos, se destina a forraje para pastoreo directo o para la producción de semillas de consumo interno, pero estas prácticas son excepcionales y marginales en comparación con otros cereales.
Sin embargo, para Roberto Lang la avena no solo conserva suelos, sino que también comienza a generar valor. Según el representante de Aprosemp, los productores han comenzado a incluirla como un rubro alternativo en la zafra de invierno, tanto por su bajo costo como por su buena respuesta agronómica. “Es un cultivo noble, resistente a variaciones climáticas, y con un rendimiento que puede alcanzar los 2.000 kilos por hectárea si se hace un buen manejo”, señaló en comunicación con medios de prensa. Añadió que la avena está siendo utilizada no solo para cobertura, sino también para alimentación animal, integrándose en mezclas de balanceado junto al maíz y la soja.
Lang mencionó además un incipiente mercado internacional: Uruguay es uno de los países que suele adquirir la avena paraguaya, y hay productores que importan genética de Brasil para mejorar el rendimiento local. Esta dinámica ha generado un renovado interés en la investigación y el desarrollo del cultivo, especialmente en sistemas de pastura mixta, una combinación que beneficia la producción lechera por su alto valor nutricional.
Otro punto en el que ambos referentes coinciden es en el momento del año en que se siembra. La ventana ideal para la siembra de avena va de abril a julio, aunque quienes buscan cosecharla deben anticiparse al mes de junio. Lang estima que este año podrían sembrarse entre 400 y 1.000 hectáreas, dependiendo de las condiciones climáticas y del comportamiento de otros cultivos de invierno como el trigo o la canola.
Pastore, sin embargo, optó por mantener una posición más conservadora en cuanto al aumento de superficie de cultivo y su implicancia en una posible transformación significativa del rol de la avena dentro del agro local. “No hay señales claras de que vaya a convertirse en un cultivo de gran escala o de exportación masiva. Su función sigue siendo principalmente agronómica, como parte del sistema de rotación”, afirmó.
La avena, entonces, se encuentra en una etapa de redefinición. Para algunos, es apenas un aliado silencioso del suelo; para otros, una opción rentable y resiliente en un contexto donde el clima, los precios y la necesidad de diversificación dictan el rumbo de las decisiones productivas. Lo cierto es que su crecimiento como rubro económico dependerá de la capacidad del sector en darle mayor valor agregado, mejorar su posicionamiento en el mercado y, sobre todo, de las condiciones que imponga el calendario climático del 2025.
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