¿Por qué Facebook debería pagarnos un ingreso básico universal?

Si los datos son el nuevo petróleo entonces podríamos haber encontrado el flujo de ingresos del siglo XXI.

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Por John Thornhill

La idea de garantizar un ingreso básico para todos tiene muchos defectos obvios, pero una virtud abrumadora. Consagra el principio de que todo ciudadano es un miembro valioso de la sociedad que tiene el derecho a participar en su riqueza colectiva.

Esa convicción ha animado a los pensadores radicales durante 500 años desde que el argumento fue esbozado por primera vez en “Utopía” de Sir Thomas More. La idea ha ganado renovada resonancia en nuestros tiempos, debido a nuestras preocupaciones con respecto a la erosión de los niveles de vida, la concentración de la riqueza y la posible amenaza del desempleo masivo causado por el cambio tecnológico.

Pero durante medio milenio el ingreso básico universal ha sido poco más que un sueño utópico porque siempre se ha estrellado contra las rocas de la realidad. Las objeciones principales están encapsuladas en dos preguntas.

¿Por qué deberíamos pagarle a la gente por no hacer nada? ¿Y cómo podríamos costearlo?

Sin embargo, es posible diseñar un esquema de ingresos básicos que retenga sus principales atractivos al tiempo que minimiza sus defectos. De cierta manera, un buen modelo ha funcionado en Alaska durante más de 30 años.

En 1976 los votantes de Alaska aprobaron una enmienda constitucional para crear un fondo de inversión permanente, financiado por los ingresos del incipiente auge petrolero del estado. Unos años más tarde, el Fondo Permanente de Alaska comenzó a pagar un dividendo a cada residente registrado.

Dependiendo del desempeño del fondo, el pago anual ha variado de US$878 a US$2,072 por persona durante la última década. Es, en todo excepto el nombre, un ingreso básico universal pagado independientemente de la contribución social o la riqueza.

El esquema no ha causado indolencia masiva, como temen los críticos del ingreso básico. La pista está en el adjetivo: básico. El esquema, que ha comandado el apoyo bipartidista, también ha demostrado ser cada vez más popular y se ha descrito como el "tercer riel" de la política estatal porque electrocuta a cualquier político que lo toque. En una encuesta telefónica reciente, los ciudadanos de Alaska describieron las tres principales ventajas del fondo como la igualdad de trato, la imparcialidad en la distribución y la ayuda a las familias en necesidad. Un 58 por ciento de los encuestados dijeron que incluso estarían dispuestos a pagar más impuestos estatales para preservar el fondo, a pesar de que la economía de Alaska ha sido golpeada por la caída de los precios del petróleo.

A pesar de sus recursos naturales, Alaska no figura entre los estados más ricos de EEUU en términos de producto interno bruto por habitante. Sin embargo, en parte como resultado de su dividendo anual, es uno de los estados económicamente más igualitarios y tiene uno de los índices de pobreza más bajos.

El mes pasado, Mark Zuckerberg, presidente ejecutivo de Facebook, visitó Alaska y elogió los programas sociales del estado y sostuvo que proporcionaban "varias buenas lecciones para el resto del país".

Al igual que otros empresarios de Silicon Valley, el Sr. Zuckerberg cree que miles de empleos desaparecerán con el advenimiento de las nuevas tecnologías, como los vehículos sin conductor. En este mundo, sostiene, tenemos que inventar un nuevo contrato social. El ingreso básico podría ser parte de la respuesta.

Algunos sostienen que Alaska es un caso especial, ya que únicamente distribuye los frutos de una bonanza del petróleo. Pero podría ser posible encontrar otras fuentes de ingresos para financiar esquemas similares en otros lugares. Algunos han sugerido un impuesto sobre el valor de la tierra. Otros han abogado por un impuesto sobre las transacciones financieras.

Pero hay otra potencial fuente de ingresos que el Sr. Zuckerberg conoce bien: los datos. Si, como dice el refrán, los datos son el nuevo petróleo entonces podríamos haber encontrado un flujo de ingresos para el siglo XXI. Los datos podrían hacer para el mundo lo que el petróleo ha hecho para Alaska.

La preocupación del Sr. Zuckerberg por los sectores marginados en la sociedad es encomiable, así como su compromiso por construir comunidades fuertes. A diferencia de la mayoría de nosotros, él tiene la influencia personal para ayudar a afrontar los problemas de nuestra época. Dirige una de las compañías más valiosas del mundo y tiene ya un púlpito digital, desde el que puede propagar sus ideas a los 2 mil millones de usuarios globales de Facebook.

Ahora debería estar a la altura de su retórica y lanzar un Fondo Permanente de Facebook para cubrir un experimento con respecto a un ingreso básico universal. Debe alentar a otras empresas de datos, como Google, a que también contribuyan.

Los activos más valiosos que Facebook posee son los datos que sus usuarios, a menudo involuntariamente, entregan de forma gratuita antes de que sean vendidos a los anunciantes. Sería justo que Facebook hiciera una contribución social más grande por aprovecharse de este valioso recurso colectivo.

Sus accionistas odiarían la idea. Pero desde los inicios de Facebook, el Sr. Zuckerberg ha sostenido que su propósito es generar un impacto en lugar de construir una empresa. Además, tal gesto filantrópico podría llegar a ser el éxito de marketing del siglo. Los usuarios de Facebook podrían seguir intercambiando fotos de gatos sabiendo que cada clic contribuye a un mayor bien social.

Este intercambio de datos por ingresos básicos es simple y claro. Debe apelar a la mentalidad de solución de problemas de Silicon Valley. Muchos empresarios tecnológicos sospechan de la intervención del gobierno. Pero no hay ninguna regla que diga que sólo los gobiernos pueden participar en el negocio de redistribución de la riqueza.

"Debemos explorar ideas como el ingreso básico universal para darles a todos un colchón para probar cosas nuevas", dijo el Sr. Zuckerberg a los estudiantes de Harvard en su discurso de graduación en mayo.

Muy bien, Mark. Inténtalo.

©The Financial Times Ltd, 2014. Todos los derechos reservados. Este contenido no debe ser copiado, redistribuido o modificado de manera alguna.

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