El trabajo se desarrolla desde el Campo Experimental de Natalicio Talavera (CENT), en el departamento de Guairá, donde se concentran las investigaciones y pruebas de adaptación de las variedades que luego se distribuyen a los productores. “El procedimiento consiste en someter los toletes de caña —esquejes de aproximadamente 90 centímetros— a un tratamiento de agua caliente a 50 grados durante dos horas. Esto permite eliminar bacterias y plagas que afectan directamente el rendimiento”, detalla Espinoza.
Una de las principales enfermedades que combate este proceso es el raquitismo de la caña, causado por la bacteria Leifsonia xyli. Esta patología reduce significativamente el porte y la densidad de la caña en el cultivo, pero suele pasar desapercibida debido a la baja visibilidad de sus síntomas. Según estudios técnicos, solo el efecto de esta enfermedad puede disminuir en hasta 30% la producción de caña por hectárea.
El tratamiento también ofrece control parcial contra otras enfermedades como el carbón de la caña, la escaldadura bacteriana (Xanthomonas albilineans) y, en algunos casos, contra insectos como la broca. “Lo que entregamos finalmente es una caña limpia, libre de agentes que puedan afectar su desarrollo, con pureza varietal y condiciones básicas de una semilla de calidad certificada”, resalta el especialista.
Actualmente, el programa trabaja con ocho variedades de caña que fueron probadas en Natalicio Talavera y posteriormente en otras zonas cañeras del país como Arroyo y Esteros, Santa María (Misiones), Choré (San Pedro), Piribebuy (Cordillera), Caaguazú y hasta en regiones más recientes como Canindeyú. “En cada zona evaluamos cuál variedad se adapta mejor tanto en productividad agrícola como en calidad industrial, es decir, en el contenido de sacarosa para la elaboración de azúcar y alcohol”, explica Espinoza.
La selección de variedades implica un doble análisis: rendimiento en campo (toneladas por hectárea) y calidad industrial (azúcar y alcohol). Esto permite que las semillas distribuidas no solo garanticen mayor volumen de caña, sino también un mejor aprovechamiento en los ingenios azucareros y alcoholeras del país.
El sector cañero paraguayo se concentra en varias regiones con fuerte tradición productiva. Mauricio José Troche, en Guairá, se destaca como polo azucarero y sede de la alcoholera estatal, Petropar. Sin embargo, existen numerosas industrias privadas que dinamizan el sector. También en Misiones opera un ingenio de azúcar orgánica, lo que amplía la diversificación del rubro.
De acuerdo con el jefe de investigación del IPTA, la distribución de semillas mejoradas busca fortalecer la base productiva de los cañeros y responder a la creciente demanda de la industria, tanto en azúcar como en alcohol. “La caña es un cultivo noble, rústico y adaptable, pero requiere que se le brinden las condiciones adecuadas de plantación, manejo y clima para expresar su máximo potencial”, enfatiza.
Las proyecciones son optimistas: con la implementación de semillas sanas y variedades adaptadas, los cañeros podrían acceder a un salto productivo clave para competir en un mercado que demanda mayor eficiencia. A nivel nacional, la caña de azúcar sostiene una cadena de valor que involucra a miles de productores, industriales y trabajadores vinculados a ingenios, alcoholeras y comercialización de derivados.
“El objetivo final es entregar al productor una semilla de alta calidad, que garantice pureza y rendimiento, para que la industria paraguaya pueda contar con materia prima suficiente y de primera categoría”, concluye Espinoza.
El desafío ahora está en lograr que estas variedades lleguen de manera masiva a los cañeros del país y consoliden un salto productivo que coloque a Paraguay en mejores condiciones frente a los mercados regionales y globales.
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