La exposición es el resultado de un proceso pedagógico desarrollado a lo largo de 16 clases, en las que se abordaron distintos ejes: historia de la fotografía, laboratorio, iluminación, reportaje, ensayo fotográfico, comunicación y producción editorial. Más que un taller tradicional, Observadores propuso un espacio de diálogo y construcción colectiva, donde cada participante pudo explorar su propia mirada y llevarla a un territorio artístico más amplio.
José Luis Mongelós Estragó, tesorero de AMCHA, destacó que el acompañamiento a la muestra responde al compromiso de la asociación con las expresiones culturales, especialmente aquellas que revitalizan el centro histórico de Asunción. “Nos interesa apoyar este tipo de iniciativas porque generan movimiento cultural y resignifican espacios con historia”, explicó. La elección del Palacete de Staudt, ubicado en Palma e Iturbe, aportó una carga simbólica que dialogó con las obras expuestas y potenció la experiencia del público.
Uno de los aspectos más innovadores de la muestra fue la intervención material de las fotografías. Las obras fueron producidas sobre soportes no convencionales, como papeles reciclados elaborados a partir de mandioca y mora, desarrollados por una fundación de mujeres en Caaguazú. Esta decisión buscó ampliar los límites de la fotografía y acercarla a una experiencia sensorial y artística más profunda.
“El objetivo era que no sea solo una exposición fotográfica, sino una verdadera exposición de arte”, señaló Mongelós, quien además es publicista y productor. Desde ese enfoque, se trabajó con distintos materiales, escalas, luces, backlights e incluso con cortes, encuadres y montajes poco convencionales. La muestra incluyó collages, juegos de iluminación y elementos agregados que transformaron las imágenes en piezas únicas.
Los contenidos abordados por los participantes fueron tan diversos como personales. La fauna y la flora convivieron con temas como la muerte, la infancia, la familia, la Chacarita, árboles caídos, fachadas de edificios, veredas en estado de abandono y maniquíes. Esta variedad respondió a una metodología que buscó romper esquemas y permitir que cada expositor conecte con su mundo interior. El proceso incluyó lectura, intercambio, encuentros distendidos y dinámicas que estimularon la creatividad desde un lugar poco convencional.
El montaje de la exposición implicó un intenso trabajo colectivo. Si bien los formadores se encargaron de la selección final de las imágenes, el desarrollo de la muestra involucró a un equipo de entre 12 y 15 personas, además del acompañamiento general de la productora y los colaboradores. “La logística fue una locura, pero el resultado valió la pena”, afirmó Mongelós.
La muestra permanecerá abierta al público hasta este viernes, de lunes a viernes, de 7:00 a 15:00, y ya se proyecta su posible continuidad en otros espacios, como la Senatur, mediante el traslado de algunas piezas. En paralelo, desde Azayé adelantaron que se vienen nuevos talleres y propuestas formativas, abiertas a todo público, sin necesidad de experiencia previa en fotografía.
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