La Dra. Ortigoza recordó que la lactancia materna exclusiva (es decir, sin agregar agua, té, jugos o cualquier otro líquido) debe mantenerse durante los primeros seis meses de vida del bebé. “En ese tiempo, la leche materna contiene todos los nutrientes necesarios: proteínas, grasas, carbohidratos, minerales y vitaminas. No necesita nada más”, afirmó. A partir de los seis meses, se pueden introducir otros alimentos sólidos y agua, pero la leche materna sigue siendo el alimento principal hasta por lo menos el primer año.
Entre los 12 y los 24 meses, la lactancia sigue jugando un rol vital. No solo continúa aportando calorías y nutrientes esenciales, sino que actúa como un refuerzo del sistema inmunológico del niño, gracias a su alto contenido de vitamina A. “La lactancia también es afecto, vínculo, respuesta emocional. No es raro que algunos niños sigan mamando hasta los cuatro o cinco años. En esos casos, más que nutrición, se trata de un momento de conexión entre madre e hijo”, explicó la jefa del programa.
Consultada sobre el uso de fórmulas lácteas o leche en polvo durante los primeros meses, Ortigoza fue tajante: “La mayoría de las veces, esa elección responde a la desinformación”. Explicó que muchas madres no acceden a orientación adecuada antes del nacimiento de sus hijos, y que eso debería cambiar desde la etapa escolar. “Los libros deben enseñar que el alimento natural del bebé es la leche materna. Así, cuando una niña o un niño crezca y decida ser madre o padre, ya tendrá esa información incorporada”, señaló.
La profesional también apuntó a un punto sensible dentro del sistema de salud: la falta de acompañamiento por parte del personal médico. “Hoy muchos profesionales creen que la fórmula es igual a la leche materna, y eso es falso. No existe un reemplazo equivalente”, afirmó. Ortigoza reclamó mayor responsabilidad en el asesoramiento médico, porque –según su experiencia– son justamente los profesionales quienes muchas veces recomiendan las fórmulas innecesariamente.
Como parte de sus acciones concretas, el Ministerio de Salud realizó recientemente un monitoreo sobre la comercialización de productos que reemplazan la leche materna. “Detectamos que muchas madres optan por fórmulas porque el médico se las indicó”, denunció Ortigoza. El próximo martes 12, la cartera sanitaria presentará los resultados de este estudio en el Hotel El Paraguay, y allí buscará generar conciencia sobre el rol que debe asumir cada eslabón del sistema sanitario en la promoción de la lactancia.
Ortigoza remarcó que la decisión del destete debe ser una construcción conjunta entre la madre y el niño. No hay una edad “tope” establecida, pero sí una recomendación oficial: lactancia materna exclusiva hasta los seis meses, acompañada hasta los dos años, y prolongada si así lo deciden ambos. “La lactancia es una respuesta a las necesidades del niño: de alimento, de consuelo, de presencia. Por eso no se puede medir solo desde la biología, también hay que mirarla desde lo emocional”, explicó.
En conclusión, apoyar la lactancia materna no es solo una cuestión de nutrición infantil, sino una estrategia de salud pública que involucra a toda la sociedad: familias, escuelas, medios de comunicación, empresas, y por supuesto, el sistema de salud. Como dijo la doctora Ortigoza, “no es que las madres no quieran dar de mamar; es que no las estamos acompañando lo suficiente”. La meta es clara: construir redes sostenibles que abracen y fortalezcan a quienes alimentan desde el cuerpo y el corazón.
Promover la lactancia materna es mucho más que una recomendación médica: es sembrar salud, vínculo y futuro desde el primer día de vida. Con información clara, acompañamiento real y compromiso social, cada madre puede sentirse respaldada en su decisión de amamantar. Porque detrás de cada toma hay mucho más que alimento: hay amor, hay conexión y hay una apuesta consciente por el bienestar de nuestros niños y niñas.
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