Tener las cuentas equilibradas es una meta que todos queremos alcanzar porque no tener deudas suele ser una medida de la salud financiera de las personas, las familias, las instituciones o las empresas. Sin embargo, endeudarse tal vez no sea tan malo, sobre todo si es la mejor manera de hacer crecer algún emprendimiento.
¿En qué caso es bueno endeudarse? El economista Hugo Royg, de Mentu, respondió que “las empresas hoy tienen el desafío de estar creciendo permanentemente y acompañar todos los cambios que el mercado exige en cuanto a competitividad e inversiones; eso significa que necesitan, también en forma permanente, capital para invertir y poder crecer”.
Un artículo de BBC Mundo, que se refiere a este tema, enlista a las compañías más endeudadas del mundo y entre las tres primeras figuran Toyota, Volkswagen y AT&T. El ranking se completa con otras siete empresas que pertenecen a sectores donde es necesario realizar mucha investigación, donde la innovación es clave o donde la competencia es feroz.
Es decir, existen compañías y conglomerados que necesitan pedir prestado de manera constante para poder seguir con su negocio, como las petroleras, las de automotores y las farmacéuticas, a las que les lleva años desarrollar nuevos medicamentos.
“La industria farmacéutica es una de las que mayor inversión requiere, por eso uno de los caminos es la reinversión de las utilidades, pero una gran pata está en el endeudamiento. El ejemplo son las empresas que en los últimos dos o tres años entraron al campo de la biotecnología. Requiere una inversión muy grande y el apalancamiento de un endeudamiento”, afirmó Luis Ávila, desarrollador de nuevos negocios de Laboratorios Lasca.
A la consulta de si existe un nivel óptimo de endeudamiento, Royg dijo que es difícil determinarlo porque depende de si son deudas de corto o de largo plazo, o del giro del negocio, pues endeudarse para un proyecto minero es diferente a hacerlo para otro de innovación tecnológica.
“También depende de cuál es la rotación de los activos que tengo, de lo que produzco, no es lo mismo si vendo prendas deportivas que si vendo insumos industriales. Hay diferentes coeficientes. Y no puedo deber mucho más de los activos que poseo o del flujo que tengo”, explicó.
Otro aspecto a tener en cuenta es ver cuál es el financista adecuado para cada tipo de deuda, si es a corto o a largo plazo. En el mercado secundario, por ejemplo, se puede deber a más largo plazo, con cuotas más espaciadas.
“Un ahorrista que está comprando mis bonos a lo mejor tiene un nivel de exigencia diferente al sistema financiero, que me pide cuotas más elevadas por intereses más amortización y, por otro lado, tiene mayor seguimiento de la evolución del negocio. Los proveedores, con quienes me financio a corto plazo tienen cierta paciencia o tolerancia, porque les interesa que el negocio continúe”, señaló.
Ávila destacó que no siempre el nivel de endeudamiento es señal de una mala administración. “Lo que sí tenemos que tener en claro es que si uno se endeuda para producir en un segmento como este, para proveer a mercados exigentes, el repago de la venta debe tener otros mecanismos. En Paraguay estamos acostumbrados, por lo menos en nuestro sector, a tener un atraso considerable”, relató.
En la industria farmacéutica, sobre todo en el sector de la biotecnología, los atrasos en el repago son negativos para la sustentabilidad del negocio, ya que exige reinversión permanente en tecnología.
Pedir dinero prestado no está mal y como lo recalcó Royg, el mundo de hoy exige que las empresas tengan un nivel de endeudamiento. “Antiguamente la creencia era yo me financio con mi capital propio y eso genera ciertas limitaciones para la expansión de mi negocio”, apuntó.
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