“Nuestros clientes son conscientes del medioambiente y de la necesidad de formar parte de esta tendencia. No creo que sea una moda nomás, más aún entre la gente joven, que tiene muy presente esos principios al momento de hacer sus compras, en cualquier local”, afirmó Josefina Sosa, propietaria de La Marchante.
Destacó que las personas que acuden a su negocio valoran el uso de las bolsas de cartón e, incluso, muchos acuden con su propia bolsa, y asumen la iniciativa personal de arrojar sus desechos en el basurero del local.
“No es temporal ni pasajero, viene para quedarse”, enfatizó Josefina, y su opinión es compartida por Paola Martínez, propietaria de Despencero, quien dijo que “nuestra base de clientes no se equipara a la de un supermercado, es pequeña, pero es gente que hace su compra sin generación de residuos; se abrió una brecha (con respecto al consumo menos responsable) que irá creciendo, aunque tal vez no al ritmo de otros países de la región”.
Mientras que, para Ariel Codas, propietario de la marca Sadhani se trata de “un estilo de vida, no de una moda, que es muy pasajera; hay un auge de consumo de productos finos, y estimamos que hubo un crecimiento del 14% en relación al 2020, y del 20% si la comparación es con la demanda de antes de la pandemia”.
Esta opinión es similar a la de Soledad Acosta, propietaria de Samu´u Tienda & Café, quien aseguró que se trata de una tendencia que vino para quedarse.
“Estamos ante un cambio en la forma de ver la vida. La valoración de la tierra, el medioambiente, ha despertado un interés y una conciencia de que el camino es el consumo consciente si queremos seguir habitando este planeta”, subrayó Soledad.
La emprendedora consideró que se trata de una tendencia que empezó hace ya muchos años pero que ahora se volvió masiva. “Hay una conciencia de consumir lo local, de valorar la pequeña producción, de entender que la producción a gran escala está dañando y contaminando la Tierra”, remarcó.
Un estilo y cuidado que tiene su precio
Pero quienes acuden a las tiendas eco-friendly pueden encontrarse con que los precios de los productos que se ofrecen suelen ser más caros que los de los locales tradicionales, quizás un obstáculo para las personas que desean adoptar un estilo de vida y hábitos de consumo responsable.
“Es cierto y es una pena que sean productos menos accesibles, pero no son caros porque sí; el costo es un poco más elevado (alrededor de un 30%, en promedio) porque el proceso de elaboración es más complejo y la calidad superior”, señaló Josefina.
La empresaria apuntó que los emprendimientos que ofrecen estos productos no están enfocados solo en la venta y el lucro, sino que están comprometidos en ofrecer una producción de calidad y “que hagan bien al cuerpo”.
“Son más costosos, pero se trata de cambiar nuestra visión de la vida porque lo que nos enferma es lo que comemos, y a largo plazo se va a sentir en nuestra salud integral; curar la enfermedad me va a costar muchísimo más, y tenemos que ver políticas de Estado que faciliten el acceso a estos productos”, propuso Soledad.
Paola, en cambio, aseveró que lo de “más caro” es, en parte, “un preconcepto, porque nosotros ofrecemos varios productos a precios menores, y se puede ahorrar hasta G. 5.000 por kg, desde octubre del año pasado, cuando abrimos, hemos visto un crecimiento sostenido de la demanda; creemos que la adopción de esta forma de vida no es una carrera de velocidad, sino una maratón”.
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