Una forma de medir la evolución del sistema de salud en Paraguay es hacerlo a través de los datos estadísticos, una materia en la que el país muestra deficiencias, sobre todo si la comparación se extiende muy atrás en el tiempo.
Los datos de salud positiva muestran que la esperanza de vida al nacer en el 2021 –últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE)-, en promedio, era de 74,95 años, mientras que en 1960 era de 60,42 años.
Si se observan los datos de pérdida de salud, se ve que la razón de mortalidad materna en el 2015 era de 81,8 por 100.000 nacidos vivos, mientras que en el 2020 fue de 78,9; la tasa de mortalidad de niños menores de 5 años en 2015 era de 164 por 1.000 nacidos vivos, y en el 2020, 143; y la tasa de mortalidad neonatal fue de 9,7 por 1.000 nacidos vivos en el 2015, y en el 2020, 9,2.
“En mortalidad materna, en mortalidad de menores de 5 años, y en mortalidad neonatal estamos mejorando los índices, por lo menos en términos estadísticos pero en términos humanos no es bueno tener ni siquiera una muerte evitable”, afirmó Édgar Giménez, coordinador del área de salud de Investigación para el Desarrollo.
Un indicador estándar que usa la OMS es comparar la cobertura de un conjunto de problemas de salud con un conjunto de servicios, que en el caso del Paraguay, según datos del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME), es del 56,7%, mientras que la proyección al 2030 es del 61,56%.
Giménez dijo que estos datos se deben comparar con los de países espejo, como Chile y Uruguay, cuyos índices son de 72,06% y 65,53%, respectivamente. “Vamos a mejorar muy poco, vamos a rebasar apenas el 60%, cuando estos países van a superar el 70% y los europeos el 90%”, advirtió.
El profesional aclaró que el problema con estos indicadores es que muestran el promedio del país, pero que si se comparan las regiones “hay una enorme desigualdad de resultados; además, estos números surgen de los registros oficiales, pero tenemos un subregistro en torno al 20% en datos de nacidos vivos y en los de mortalidad, aunque se está mejorando”.
Giménez también destacó que se puede observar a lo largo del tiempo un incremento presupuestario y de la oferta de servicios de salud, pero que cuando se analiza en términos de impacto a nivel nacional, se ve que son insuficientes para equiparar los derechos a la salud de los paraguayos con los de las poblaciones de otros países.
“Chile y Uruguay tienen alrededor del 6% del PIB en inversión pública en salud, nosotros tenemos la mitad, apenas el 3%; la forma de financiar la salud en Paraguay es del 44% con el bolsillo y en estos países está por debajo del 20%. Y lo que gasta el Estado en Paraguay en salud por persona está por debajo de US$ 200 al año, mientras que en estos países superan US$ 1.000”, agregó.
Un hecho destacable en el medio de esta realidad, dijo Giménez, es que la pandemia “trajo una renovación del anhelo colectivo de tener un sistema de salud acorde a lo que el pueblo se merece; el desafío es qué esfuerzos estamos dispuestos a hacer como sociedad para que los recursos sean mejor utilizados e impacten en estos indicadores”.
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