Sin formación académica en maquillaje, aprendió todo de forma autodidacta: observando, analizando y experimentando. Con el tiempo, aunque es arquitecto de profesión, dejó atrás la arquitectura para consagrarse a una vocación que lo llevó a trabajar con íconos de la moda y la cultura, desde Buenos Aires hasta Nueva York, pasando por Tokio.
Su carrera se consolidó en Argentina, donde colaboró con figuras de alto perfil, marcas prestigiosas y desfiles de alta costura. Sin embargo, no todo fue brillo. Fridman también fue testigo de la transformación de la industria hacia estéticas más forzadas. “Empezó a perderse lo natural; se buscaban cosas bizarras, saturadas. Eso no me identifica”, explicó.
Para Fridman, el maquillaje no es solo una técnica: es una herramienta de poder y de psicología. “Está completamente ligado al estado emocional de una persona. Puede empoderar, pero también deformar si se usa mal”, señaló. Por eso, su enfoque apunta a resaltar lo auténtico. “Siempre les digo a las mujeres paraguayas: ustedes ya son bellas, no hace falta disfrazarse”.
En 2013, antes de regresar a Paraguay, Fridman viajó a Tokio invitado por una marca. Ese mes de capacitación le cambió la perspectiva para siempre. “Ahí aprendí a ver el maquillaje en 3D, a enfocarme en la textura, en cómo se ve en foto, en persona, con luz natural o artificial. Me dijeron que tenía un estilo propio y debía respetarlo”, rememoró.
Esa validación fue crucial para abrazar su identidad artística y desarrollar una visión minimalista, sobria y versátil. “Con un solo maquillaje bien hecho podés salir en una producción de fotos, ir a una fiesta o presentarte en televisión. No hace falta recargar para impactar”, subrayó.
Al regresar al país, se encontró con una industria que aún se debatía entre lo tradicional y lo nuevo. “Acá me miraban raro. Muchos pensaban que yo era carísimo o que mi estilo no era comercial”, comentó. Aun así, decidió mantenerse firme. “Volví a imponer el look natural, y ahora muchos lo están copiando”, dijo.
Con el tiempo también se volcó a la peluquería y al diseño de imagen integral, sumando otra dimensión a su trabajo creativo. “Trabajo mucho menos de lo que podría porque mi estilo no es para todos. Hay una fantasía de que lo caro es lo mejor, y no siempre es así. Muchas veces, una base económica es la ideal para tu piel”, indicó.
“Yo no busco likes, busco coherencia. Maquillar es un arte, no una tendencia pasajera. Me frustra cuando alteran mis fotos con filtros, porque ahí se pierde mi trabajo, mi visión”, sentenció.
Esa defensa del arte lo lleva a educar constantemente, hablar con sus clientas y enseñarles a valorar su piel, su rostro y su esencia. “Una piel bien tratada y un toque de corrector pueden ser más impactantes que un maquillaje de 10 pasos”.
Fuera del mundo del maquillaje, Fridman también tiene otra gran pasión: los animales. “Son mi vida. Todos mis perros son rescatados. Son mis hijos”, contó.
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