“Hoy estamos produciendo alrededor de 1.000 toneladas de miel por año, pero podríamos duplicar o triplicar esa cantidad fácilmente si profesionalizamos más la actividad”, afirmó Garcete. Actualmente, Paraguay cuenta con unos 15.000 apicultores, aunque la mayoría son de pequeña escala y practican lo que se denomina “apicultura de seguridad alimentaria”, generalmente con entre 5 a 10 colmenas por familia, como parte de la agricultura familiar campesina. Sin embargo, ya están surgiendo apicultores empresariales que manejan entre 100 y 500 colmenas, capaces de generar volúmenes exportables.
La miel paraguaya es principalmente de tipo multifloral, producida por abejas africanizadas —subespecie adaptada a la región— que recolectan néctar de una amplia variedad de flores nativas, leguminosas y árboles del monte. Este entorno natural, sobre todo en zonas como el Chaco, ofrece una flora melífera abundante y libre de pesticidas, una ventaja competitiva ante el mercado internacional. “El mundo está buscando miel orgánica, y nosotros tenemos condiciones ideales para proveerla”, aseguró el apicultor.
A pesar de la calidad del producto, las exportaciones aún son incipientes. Algunas marcas ya cuentan con excedentes que han sido enviados a destinos como Estados Unidos y Alemania, pero aún no se ha concretado una exportación a gran escala. El cuello de botella principal está en los protocolos sanitarios exigidos por el mercado internacional. “El Senacsa ya está trabajando con los productores para avanzar en los requisitos necesarios. Estamos en el camino, pero necesitamos acelerar el proceso”, explicó.
El mercado local, por su parte, se abastece completamente con producción nacional. Cadenas como Biggie, Super 6, Casa Rica, Real y tiendas de productos saludables ya comercializan marcas nacionales, como Miel Don Carlos, que nació en 2004 como emprendimiento familiar y hoy combina producción propia con la compra de miel a otros apicultores para su envasado y distribución.
En términos económicos, la apicultura tiene un potencial aún subestimado para el desarrollo rural. “Es una actividad de bajo costo, no compite con la ganadería y mejora la productividad de los cultivos mediante la polinización, incrementando entre un 15% y 30% los rendimientos”, señaló Garcete. Aun así, reconoce que falta capacitación técnica. “Muchos empiezan y abandonan porque no están preparados. No se trata de regalar colmenas, sino de formar apicultores con visión empresarial”, sostiene.
La demanda interna de miel ha crecido gracias al mayor conocimiento sobre sus beneficios nutricionales. Además, iniciativas públicas como el proyecto Hambre Cero, que incluye miel en los programas sociales, están generando nuevos mercados para el producto. “Incluso algunos Gobiernos Departamentales están comenzando a comprar miel para distribuirla en sus comunidades”, destacó.
Con la mirada puesta en la internacionalización, la UPA y otras organizaciones apuestan por mejorar la trazabilidad, la sanidad apícola y la tecnificación del proceso de extracción.
En definitiva, la apicultura paraguaya tiene un dulce porvenir, siempre y cuando reciba el impulso necesario desde la capacitación, el crédito productivo y las alianzas estratégicas. Las abejas ya hacen su parte; ahora, el desafío está en manos del sector público, privado y los propios productores.
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