El estudio de Caballero –junto a Dionisio Borda– fue realizado con el objetivo de analizar el crecimiento y desarrollo del país, considerando la interacción entre la economía, la política económica, el contexto político y las instituciones.
-Se cumplieron ocho años de la primera emisión de bonos soberanos, ¿es una fecha que debemos conmemorar?
-Festejaría una Inversión Extranjera Directa (IED), un fortalecimiento del gasto público y los ingresos, pero no un endeudamiento. Hay ejemplos como el de Chile, que llegó a tener menos del 10% de deuda en comparación con el PIB y recibía en esa época bastante IED. La estrategia de posicionamiento de un país por medio de deuda no me parece razonable, pero puede ayudar si es que otros factores están en orden.
Al analizar el endeudamiento, hay que recordar en qué se gastaron esos recursos, esa es una de las quejas del sector privado, por ejemplo. Sabemos que la calidad de la inversión pública no es la mejor en Paraguay, aparte, endeudarse con bonos puede dar discrecionalidad en el uso, lo que resiente la calidad del gasto.
-En el libro mencionan que el crecimiento económico de Paraguay fue fruto de estrategias, pero solo de forma parcial, ¿a qué se refieren?
-En el primer ciclo de crecimiento hubo más participación del Estado porque era la tendencia de la época que el estado tenga mayor participación. Se impulsó el cultivo, se hizo una colonización de las comunidades y se tuvo una externalidad importante con la construcción de Itaipú. El fenómeno de Itaipú fue tan llamativo que los propios analistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) decían que en los años 80 Paraguay era una economía de pleno empleo. En el 2010 se creció con una tasa del 5% y todos los ojos de la región se fijaron en Paraguay. Imaginate cómo habrá sido entre los 70 y 80 cuando se creció en promedio 10%.
No obstante, el primer ciclo de crecimiento pudo haberse aprovechado mejor, avanzando con el desarrollo industrial por medio de la energía. En ese entonces el crecimiento en infraestructura e inversiones debió ser mayor.
-¿No se sacó ningún provecho de ese primer crecimiento?
-Se atrajeron algunas inversiones del rubro oleaginoso, textil, bancos y otras empresas. Solamente que no hubo una articulación para fortalecer las inversiones y luego de Itaipú empezaron los problemas, como la tormenta perfecta en el 83. Parece que en estos últimos años vivimos un déjà vu de esa época, cuando de crecer 10% al año caímos en torno al -3%.
En el súper ciclo de los commodities sí creo que se creció bien, se logró una tasa del 5% en promedio, siendo que ya teníamos una economía más grande. En ese momento hubo mucho entusiasmo por parte de los inversionistas extranjeros. Cuando termina el súper ciclo también se terminó el entusiasmo, capaz porque el mundo tuvo sus cambios, sin embargo, tener una estrategia para atraer inversiones más productivas nos pudo haber ayudado.
-¿Cómo se comportaron las instituciones con el crecimiento de la economía?
-Las instituciones no acompañaron el crecimiento económico, la idea del desarrollo económico implica un cambio en las instituciones y en la sociedad, de alguna manera, porque hay mayor educación, salud, más ingreso y menor pobreza, en teoría. Nuestro problema para la atracción de inversiones es la calidad de nuestras instituciones, no tiene que ver con la macroeconomía, ni con el crecimiento. Además, la seguridad jurídica no tiene que ver solamente con el funcionamiento del Poder Judicial, también se centra en la claridad que tiene el sistema jurídico y cómo el marco te protege.
-¿Qué pasará en el futuro con las comunidades? Este es un tema que enfatizan en las conclusiones del libro
-Hay una dicotomía desde el punto de vista económico. La agricultura empresarial tiene economía de escala y la agricultura familiar no. Los agricultores se sienten presionados para vender sus tierras, pero todavía existen oportunidades para que las comunidades rurales elaboren productos frutihortícolas. Lo que se debe determinar es el cómo.
La falta de una política para este sector genera un problema migratorio rural/urbano que incluso afecta al Estado cuando planifica infraestructura en localidades que luego quedan deshabitadas. Es incierta la forma de llevar a la práctica una planificación productiva, el MAG está muy limitado institucionalmente y toda la cadena de producción tiene problemas. Muchas veces la cosecha sale bien pero no hay cómo comercializar, esto debe estar pensado por un ministerio que tenga un plan para todo el proceso productivo.
-Otro aspecto que tocan es el de la energía hidroeléctrica, ¿qué oportunidades existen?
-La negociación del Anexo C no hubiese sido un tema tan desfavorable para Paraguay si hubiésemos utilizado más nuestra energía. Hoy lo que decimos es que nos tienen que pagar más por la cesión. Está bien que seamos exportadores, sin embargo, contamos con la posibilidad de desarrollarnos usando la energía hidroeléctrica. Esto requiere de una visión a largo plazo que, si es que hubo, ahora mismo se perdió.
Por otra parte, los ingresos de las binacionales generaron una pereza fiscal en las municipalidades e incentivaron la creación de más municipios. Atomizando aún más el Estado. Todos estos problemas deben resolverse si es que decidimos en algún momento industrializarnos por medio de la energía hidroeléctrica.
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