La empresa ha seguido creciendo con el paso del tiempo, y Zarza rememoró las dificultades que enfrentaron en los primeros años, pero también cómo lograron superarlas con esfuerzo y determinación hasta convertirse en lo que son hoy.
Granja San Carlos nació de manera circunstancial, cuando dos hermanos decidieron incursionar en el rubro avícola. En sus comienzos, contaban con una producción modesta de 6.000 ponedoras. Sin embargo, gracias a un trabajo constante y a mejoras progresivas, lograron ampliar la capacidad productiva y consolidarse en el mercado.
¿Cómo empezó su carrera empresarial?
Incursionamos en este rubro, que es la producción de huevos, de forma circunstancial. Mi hermano trabajaba como empleado de una granja de producción de huevos, y yo era funcionario público en ese entonces. La propietaria era una señora que también era mi jefa.
Estamos hablando de un establecimiento pequeño, al que la señora no le dedicaba mucho tiempo. Entonces me lo ofreció y, después de unas negociaciones, llegamos a un acuerdo. Lo cierto es que apenas le pudimos comprar las aves que contenía la granja, pero le alquilamos la propiedad porque no teníamos recursos en aquel entonces.
Después de un análisis sobre la viabilidad del negocio —era un momento complicado, estamos hablando del año 1993— decidimos incursionar. Era una época compleja, incluso antes de tener información técnica sobre el rubro. La avicultura estaba en pañales en nuestro país en ese entonces, y así incursionamos. Digo “circunstancialmente” porque, en realidad, no teníamos mayor preparación: mi hermano contaba con su experiencia trabajando allí, pero una cosa es ser empleado y otra muy distinta es tener la información y el conocimiento necesarios para apuntar a una producción eficiente.
Estamos hablando de hace más de 30 años. Desde entonces, siempre hicimos el intento de ir mejorando y, de hecho, fuimos mejorando.
¿Qué obstáculos encontró para desarrollarse como empresario?
En mi experiencia, ser empresario no es algo con lo que uno nace. Recién hace unos 15 años siento que merezco ese título. Antes, simplemente éramos emprendedores que luchaban a puro pulmón.
Nosotros empezamos con un capital mínimo. Mi hermano se dedicaba tiempo completo, y yo lo apoyaba financieramente mientras seguía trabajando como empleado. En ese momento, acceder a información técnica y a genética era casi imposible. Comprábamos lo que había a nivel local, sin poder evaluar o comparar.
Sabíamos lo que había que hacer: comprar la materia prima, guardarla y evitar que la suba de precios nos impacte. Veíamos que eso era lo recomendable, pero lograrlo no era fácil. Había muchísimos obstáculos, especialmente financieros. Al principio, ningún banco te presta para una idea. Podés tener un buen proyecto, pero si no tenés algo ya desarrollado, es muy difícil conseguir apoyo. Las buenas ideas, por sí solas, no se financian.
¿Cuál considera que es su mayor éxito como empresario?
La empresa es un emprendimiento familiar. Yo había iniciado con mi hermano, pero hemos trabajado a nivel familiar. Primero, somos nueve hermanos: seis varones y tres mujeres. Los seis varones, prácticamente, hoy día estamos involucrados en el negocio.
Siempre digo que el mayor logro que tengo tal vez no sea solamente el resultado económico —que, obviamente, también es muy importante— sino haber podido aglutinar a mi familia alrededor de este negocio, trabajando con muy buenas relaciones entre todos. Hoy día, eso creo que es uno de los mayores logros, sobre todo porque, dadas nuestras condiciones, provenientes de una familia humilde, pudimos sobresalir y estar “estirando el carro”, como se dice, todos juntos y en un ambiente de buen relacionamiento. Creo que es algo que uno valora muchísimo.
¿Qué consejo le hubiera gustado recibir cuando estaba iniciando su carrera empresarial y se lo daría a otro empresario ahora?
Varios, en realidad. Por ejemplo, la importancia de hacerse asesorar. Siempre les digo a las personas que quieren incursionar en este rubro que lo primero que hay que hacer es indagar y recurrir a los profesionales. Hoy día ya hay demasiada información; creo que es mucho más fácil que hace 20 o 30 años.
En segundo lugar, no hay que apurarse en obtener resultados. El paraguayo, en general, es muy ansioso con los resultados y, si en uno o dos años no ve avances, se desanima. En mi caso, por suerte, eso no se dio. Gran parte de lo que hacíamos no dependía de los resultados inmediatos, porque reinvertíamos constantemente, pero entiendo que cada realidad es diferente.
La mayoría de la gente cree que producir huevos es fácil. Y sí, criar una gallina y que ponga huevos no es complicado. Pero una historia muy distinta es desarrollar una empresa rentable en este sector. Un negocio que cumpla con todas las normas legales, que genere utilidades reales, que permita crecer y que cumpla con todo: pagar al personal lo que corresponde, invertir en infraestructura, cumplir con las cargas fiscales y sociales, y sostenerse a largo plazo. Eso ya es otro nivel de compromiso y responsabilidad.
¿Es el Estado un aliado o un problema para el empresario? ¿Qué le reclamaría?
Creo que en cualquier momento el gobierno puede ser un aliado. Pero cuando uno está en sus inicios, considero fundamental la ayuda que pueda ofrecer el Estado. Sobre todo en lo que respecta al financiamiento, que tal vez sea la forma más importante de apoyo.
Al inicio es clave contar con apoyo estatal, especialmente en lo que respecta a la capacitación. Actualmente, el Estado no ofrece formación específica para nuestro rubro. Existen opciones en otras áreas, pero creo que la avicultura, tanto de huevos como de carne, también necesita programas de capacitación impulsados desde lo público.
Siempre sostengo que hay un nivel de ayuda que el Estado puede y debe ofrecer. Hasta hace dos o tres años, por ejemplo, el sector avícola —tanto en la producción de huevos como de pollo— sufría mucho por el ingreso de productos de contrabando. En esas ocasiones recurrimos al Estado: a veces recibimos apoyo, otras veces no. Pero uno siempre tiene que estar en constante lucha para que el Estado cumpla incluso con las funciones que le son propias.
¿Qué bondades y defectos tiene el empresario paraguayo?
Es un poco difícil generalizar, pero en mi opinión, un empresario que logró construir un emprendimiento o una empresa casi siempre tiene más virtudes que defectos. Y necesariamente creo que la virtud del trabajo y de la disciplina acompaña sí o sí a un empresario triunfador.
En general, creo que toda persona que ha sido triunfadora tiene esta condición nata de disciplina y trabajo. Porque para lograr resultados no hay otra manera más que aplicar esa disciplina, que debe ir acompañada del conocimiento técnico en todos los ámbitos que se requieren para desarrollar una empresa.
¿El empresario actual debe tener alguna formación profesional relacionada con el mundo de los negocios?
Creo que el empresario debe tener un conocimiento profundo de la administración, independientemente del área específica en la que esté involucrado. También considero fundamental que tenga un conocimiento sólido sobre cuestiones contables y tributarias, porque la aplicación de los principios de administración tiene muchísima incidencia en el funcionamiento de una empresa, al igual que el cumplimiento de las obligaciones fiscales.
Cualquier error, ya sea por mala aplicación o por omisiones que no se dimensionan a tiempo, se paga muy caro. Esa es una opinión que siempre sostuve. Incluso cuando uno cuenta con los mejores profesionales dentro de la organización, el comportamiento de los colaboradores es distinto cuando perciben que el líder tiene un conocimiento claro y bien acabado de cada área de la empresa.
¿Un libro que todo CEO o gerente general debería leer al menos una vez en su vida?
Hace poco escuché una opinión con la que coincido totalmente y que replico porque me representa completamente: La inteligencia emocional. Creo que ese libro ayuda muchísimo a todos los líderes a modular o tener una guía sobre cómo actuar en cada caso, en cada situación.
¿Cuál es su recomendación para mantener a su equipo motivado?
Mi pensamiento particular es que el buen trato —y no solo por parte del líder, sino también entre los compañeros— es fundamental. Creo que eso contribuye a generar un ambiente laboral no tenso, y eso, a su vez, predispone a una mayor productividad.
¿Alguna frase que lo defina?
Hace buen tiempo leí una frase en algún lugar que me encantó: “Mis logros se deben en un 90% a mi transpiración y un 10% a mi inspiración”.
Yo entiendo que esa “transpiración” representa el esfuerzo propio, el trabajo constante, y ese 10% corresponde al conocimiento técnico que uno desarrolla. Para mí, esa frase refleja una gran verdad: de nada sirve tener conocimiento si no se acompaña de esfuerzo. Sin trabajo, lo más probable es que no se consigan logros.
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