“La agricultura, por sus condiciones productivas, es altamente sensible al clima, datos a nivel global muestran que alrededor del 25% de las pérdidas en el sistema productivo afectado por los eventos hidrometeorológicos se presentan en la agricultura. En los países en desarrollo, en el sector agrícola se concentra el 80% de las pérdidas económicas asociadas a las sequías”, comentó Meza.
El representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), explicó que, además de afectar y condicionar la calidad así como la cantidad de la producción agropecuaria, la sequía repercute en la alimentación y salud de la población, y de manera específica en Paraguay, constituye una barrera para la movilización y exportación de la producción agropecuaria por los ríos, generando costos adicionales en el transporte que reduce la rentabilidad de dicha actividad. En una situación más extrema, afectaría también la producción hidroeléctrica y a la industria manufacturera que depende del agua como insumo o elemento que participa en el proceso de producción.
Asimismo, Meza agregó que la sequía no permite que la energía concentrada en los ecosistemas se disipe por falta de humedad en la atmósfera, de este modo, el impacto negativo de esta situación se expresa en la mayor intensidad, frecuencia y amplitud de dispersión del fuego en el caso de incendios rurales.
“De acuerdo al informe de octubre de 2020 del Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño (Ciifen), la temperatura de la superficie del Océano Pacífico, ecuatorial y oriental, se mantuvo por varias semanas consecutivas por debajo del promedio, caracterizando el evento de La Niña. Los modelos de predicción estiman que esto se mantendrá durante el último trimestre del año hasta el primer trimestre del 2021. Este fenómeno se expresa en Paraguay con un déficit hídrico”, expuso Meza, sobre la continuidad de la problemática.
Respecto a las razones, el representante de FAO manifestó que algunas investigaciones apuntan a que la deforestación de la cuenca amazónica −más del 60% se encuentra en Brasil− influye en el suministro de agua hacia la cuenca de La Plata, esto significa que con la deforestación e incendios forestales que se presentan en dicha zona, más los otros factores mencionados, probablemente las sequías serán más intensas en nuestra región, donde también tenemos altos niveles de deforestación. “Recordemos que la teoría del cambio climático nos indica que los extremos se acentuarán, es decir, con sequías e inundaciones más intensas, y probablemente, más frecuentes”, expresó Meza.
Para el vocero, las soluciones deben ser proactivas, y si bien algunos incentivos financieros podrían ayudar a reducir posibles pérdidas, responder ante la sequía una vez que la crisis haya aumentado, es una estrategia no proactiva y que se torna costosa, por lo tanto, argumentó que es importante pensar en el mediano y largo plazo y trabajar en varios niveles.
“A nivel de las propiedades, hay que realizar un adecuado ordenamiento, asegurando la recuperación y protección de las vertientes y las áreas adyacentes a los ríos, mediante vegetación natural, esto ayudará a la infiltración del agua, evitar la sedimentación de los ríos y regular el régimen hídrico, tanto en épocas de sequía como en épocas de exceso de agua. También será necesario invertir en variedades vegetales resistentes a los períodos secos, además de desarrollar otras buenas prácticas para reducir el impacto del déficit hídrico”, subrayó.
Finalmente, Meza resaltó que a nivel regional es necesario programar y desarrollar obras de infraestructura que aseguren una provisión más estable de agua a lo largo del año. Asimismo, de manera concomitante es esencial intensificar la transferencia de información, el conocimiento y los incentivos necesarios para viabilizar la implementación de sistemas de riego en las propiedades.
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