Aunque su foco actual se encuentra en otras variedades como la naranja y el pomelo, Wlosek cuenta con una vasta experiencia en el manejo de mandarinas, especialmente desde el punto de vista agronómico. “La mandarina tiene sus particularidades que la diferencian de otros cítricos. A diferencia de la naranja, requiere de podas estratégicas y un raleo cuidadoso de los frutos para asegurar tamaño y calidad comercial”, explicó.
En Paraguay se cultivan diversas variedades, con presencia casi todo el año. La temporada comienza en febrero con la Okitsu, una variedad japonesa precoz, de buen sabor y resistencia moderada a enfermedades, aunque susceptible a la mosca de la fruta. Le sigue la Nova, híbrido de naranja y mandarina, de gran aceptación en el mercado regional.
En los meses intermedios, aparece la mandarina criolla, tradicional en patios paraguayos, valorada por su aroma, aunque menos por su aspecto comercial. También se destaca la Quini, conocida por su cáscara gruesa y facilidad de pelado, favorita en el consumo en fresco, y la Dancing, de color amaranjado intenso. Cerrando el calendario, la Murkoff madura entre agosto y octubre, considerada una de las más sabrosas, aunque difícil de pelar.
A pesar de la diversidad, el cultivo de mandarinas en el país aún es incipiente. “En general, lo producen pequeños agricultores, con excepción de algunas empresas como Frutika, que lo hacen a mayor escala”, indicó el experto. En departamentos como Itapúa, su cultivo se da mayoritariamente en traspatios o como complemento a otros rubros, lo que refleja la escasa industrialización del sector.
Uno de los mayores desafíos está en la comercialización, que, según Wlosek, es el verdadero cuello de botella. “La mandarina requiere cosecha cuidadosa, muchas veces con tijera, y es muy sensible al transporte. A esto se suma que no tiene un doble destino como la naranja, que puede ir tanto al mercado fresco como a la industria. La mandarina, si no tiene buena pinta, simplemente no se vende”, explicó.
En cuanto a calidad, la mano de obra local tiene lo necesario para producir mandarinas competitivas: buen tamaño, color y sabor. Sin embargo, esto solo se logra si se aplican correctamente tratamientos fitosanitarios, raleos y fertilización, tareas que requieren conocimiento técnico y maquinaria específica.
Sobre la posibilidad de exportación, Wlosek es cauto: “Hoy países como Argentina, Uruguay y Perú ya tienen un fuerte posicionamiento como exportadores. No es fácil entrar a mercados como la Unión Europea, que imponen requisitos muy estrictos, sobre todo en cuanto a enfermedades cuarentenarias como la cancrosis”. Aun así, reconoce que hay espacio para explorar opciones en Brasil u otros mercados, si se logran estándares consistentes de calidad y volumen.
Finalmente, el especialista sostiene que el potencial está, pero hace falta planificación, tecnología y mercados definidos. “Hay conocimiento, hay condiciones agroclimáticas, pero el productor necesita asegurar un precio justo para animarse. Como siempre digo: hay que probar, hay que lanzarse. Con apoyo técnico y comercial, la mandarina paraguaya puede brillar mucho más de lo que ya lo hace en nuestros patios”, concluyó.
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