Por Izabella Kaminska
Se dice que el Internet nunca se olvida. Pero conforme se acerca el décimo aniversario de la crisis financiera global, no estoy segura de que eso sea verdad. Muchos de los artículos retrospectivos que están apareciendo en nuestras transmisiones de noticias no describen el evento como yo lo recuerdo.
Parece que han omitido o tergiversado información esencial, o afirman que ‘x’ sucedió antes que ‘y’, cuando según mis recuerdos, sucedió justo lo contrario. ¿Me estaré volviendo loca o será que el Internet también puede perder su memoria? Y si es así, ¿por qué?
Y por si fuera poco, muchas de mis búsquedas compulsivas en el Internet para artículos o documentos que estoy convencida que deberían existir tienden a conducirme a lo que se conoce como "enlaces rotos" o "desintegración digital". Seguramente estarás familiarizado con la experiencia. Haces clic en un enlace, tal vez desde tu archivo de correo electrónico personal, una noticia o la nota de pie de página de un documento académico, y el sitio al que llegas está muerto. En su lugar hay un amenazante mensaje de error 404.
En los primeros días del Internet, estos tipos de problemas eran bastante comunes. Los sitios web eran gestionados por pequeñas organizaciones o aficionados y a menudo desaparecían. Además, la codificación y el formato eran simplistas, atraían virus y fallaban a menudo.
Resulta asombroso que la profesionalización del Internet durante los últimos 20 años haya hecho muy poco para mejorar las cosas. Cuando surgió la crisis financiera estábamos viviendo en una era extremadamente digitalizada que monitoreaba los eventos en tiempo real a través de los blogs, medios sociales y vídeos en línea. Sin embargo, a veces se requiere un colosal esfuerzo para localizar un tuit, blog o comunicado de prensa específico de esa época.
Hay varias razones. La mayoría de las originales empresas de alojamiento web han desaparecido y muchas compañías han actualizado o reformateado sus sitios web. El contenido sigue existiendo pero es menos accesible. Por otro lado, gran parte del contenido ha sido readaptado o reducido desde que se publicó originalmente.
En otros casos, se ha realizado una eliminación consciente del contenido o ha sido segregado a sitios de pago después de ser publicado. La información sigue existiendo pero no de forma gratuita, ni está disponible universalmente. O tal vez se han eliminado los enlaces debido, por ejemplo, a las reglas de “derecho al olvido” de la Unión Europea.
La amenaza del deterioro digital no sólo es un peligro para la información pública del Internet. También puede impactar nuestros respaldos personales y los almacenes de datos. El resultado es que se está perdiendo una enorme cantidad de información, desde archivos corruptos, documentos y fotografías guardados en los servidores hasta tarjetas SIM y formatos de vídeo que ya no funcionan en los actuales teléfonos móviles o computadoras.
Ha habido varios intentos por preservar nuestra información digital en una especie de Biblioteca de Alejandría virtual. Wayback Machine — un servicio de archivo de Internet Archive, una organización sin fines de lucro — navega a través del Internet, capturando todos los sitios que encuentra y almacenándolos.
Aun así, tales esfuerzos no son infalibles. Wayback Machine no captura todo, especialmente cuando se trata de sitios desconocidos o de contenido cerrado y personal. Y aunque se está intentando distribuir sus 15 petabytes de datos a través de una red más amplia para evitar un punto único de fallo, el almacenamiento de datos sigue siendo un negocio costoso. Si la velocidad a la que estamos generando datos comienza a superar nuestras posibilidades de aumentar la capacidad de procesamiento y almacenamiento, los factores de costo amenazarán estos proyectos.
Por supuesto, los registros públicos de materiales siempre han estado sujetos a pérdida, destrucción, supresión o enmienda. Las bibliotecas — incluso la de Alejandría —fueron destruidas por incendios; los monjes introdujeron errores cuando crearon sus copias y los pergaminos se degradaron. La diferencia es que solíamos estar conscientes de estos riesgos y, por lo tanto, veíamos el valor en archivar y duplicar registros de forma independiente
Si confiamos demasiado en la eterna memoria del Internet, podríamos, en el peor de los casos, estar en camino hacia una edad oscura digital: una en la que no podremos confiar en los registros públicos y en la cual todos los hechos tal vez se vuelvan subjetivos.
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