El proyecto, que tiene alcance latinoamericano, cuenta con la participación de Cuba, Panamá, Costa Rica y Perú. Cada país trabaja con semillas criollas y nativas representativas de su territorio, mientras que en Paraguay el foco está en el maíz, considerado un alimento estratégico por su valor cultural y nutricional. "La idea es investigar las variedades locales y en qué condiciones se encuentran en cuanto a calidad de semillas", explicó Samudio en diálogo con InfoNegocios.
Según los datos recopilados, Paraguay cuenta con al menos 9 de las 10 razas de maíz criollo identificadas en publicaciones anteriores. Estas variedades, cultivadas principalmente por pequeños productores e indígenas, incluyen la más difundida, la raza tupí, utilizada para preparar chipa, mbeju y harina de maíz. Otra variedad relevante es el canario, bastante diferenciado por su color rojizo, que se emplea principalmente como alimento para aves, mientras que el locro, de grano blanco, y el maíz rojo se conservan en menor medida, generalmente por comunidades indígenas. Las tres razas pichinga, también conocidas como pororos, están prácticamente limitadas a cultivos indígenas.
La clasificación de estas variedades como razas tiene un origen histórico: en la década de 1950, investigadores mexicanos agruparon ciertas características agromorfológicas del maíz y las denominaron así, un término que usualmente se asocia a animales. Esta categorización permitió documentar la gran variabilidad del maíz, resultado de su adaptación a distintas condiciones agroclimáticas y de la selección realizada por los pobladores a lo largo del tiempo. "El maíz es una de las especies con mayor variabilidad a nivel mundial, porque se adoptó en toda América y cada región le dio características propias", señaló Samudio.
En términos de superficie cultivada, los datos disponibles son limitados. "Se sabe muy poco sobre la extensión de estas razas; la mayoría de los productores cultiva menos de una hectárea", afirmó el investigador. Los departamentos incluidos en la colecta realizada por el proyecto incluyen Itapúa, San Pedro y Caaguazú. Este trabajo de campo es clave para entender la distribución actual de las variedades y planificar estrategias de conservación efectivas.
El proyecto también ha recibido reconocimiento internacional. Recientemente, el equipo de CEMIT/UNA participó en el Congreso Internacional de las Américas, realizado en Brasil, donde su investigación sobre el rescate y conservación de semillas criollas y nativas obtuvo el tercer lugar. En el evento participaron instituciones de renombre como EMRAPA y el INTA, destacando la calidad científica y la relevancia de la iniciativa paraguaya en el contexto regional.
La preservación de las semillas criollas no solo tiene un valor cultural, sino también económico y ambiental. Mantener la diversidad genética del maíz permite asegurar la resiliencia frente a plagas, enfermedades y cambios climáticos, factores cada vez más críticos para los pequeños productores. Además, fortalece la soberanía alimentaria, un tema de creciente interés en Latinoamérica, y fomenta prácticas agrícolas sostenibles dentro de comunidades rurales e indígenas.
Samudio destacó que, aunque el enfoque está en el maíz, el proyecto podría servir como modelo para otras especies nativas y criollas de la región. "Se trata de valorar lo que tenemos localmente y garantizar que estas variedades sigan disponibles para las futuras generaciones", subrayó. Con estas acciones, Paraguay se posiciona no solo como un país productor de maíz, sino también como un líder en la conservación de la biodiversidad agrícola latinoamericana.
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