Si bien los precios de la oleaginosa están hoy en su menor nivel después de casi una década, esta orientación continuó: en la tierra donde se puede sembrar, se siembra. Y como consecuencia lógica de esto, la ganadería –sobre todo la bovina– va siendo desplazada a terrenos cada vez más marginales.
Esto significa que los animales son expuestos a condiciones agroecológicas más exigentes, por lo que deben desarrollar padrones de rusticidad cada vez más elevados. Deben ser cada vez más resistentes al calor, a los parásitos –tanto internos como externos– y a condiciones de estrés por sequía. En contrapartida, deben adquirir una mayor capacidad para transformar el alimento en masa muscular, o sea, convertir el pasto en carne de calidad.
De ahí la importancia de los híbridos, que combinan la calidad cárnica de las razas europeas (como la Angus y la Hereford, especialmente) con la resistencia a los ecosistemas tropicales de las razas índicas puras (como la Nelore) o híbridas (como la Brahman). Los biotipos resultantes –entre los cuales destacan, por su cantidad y distribución, los Braford, Brangus o Brahman– cumplen con los estándares de calidad cárnica solicitados por mercados exigentes.
Y en lo referente a la lechería, la cruza de ganado Holando con la raza índica Gir, cuyo resultado es el híbrido Girolando, contribuyó a incrementar las cantidades de leche producidas bajo nuestras condiciones climáticas.
Paraguay ya produce biotipos adaptados de alta calidad, al punto de que países con tradición ganadera (como Argentina y Brasil) han llevado la genética paraguaya para mejorar sus rodeos. Diferentes ferias y exposiciones que se vienen darán testimonio de esto. Se preparan novedades en lo referente a las razas híbridas en Paraguay.
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