Chaco Vivo sigue con el objetivo de seguir preservando la masa boscosa y evitar la emisión de carbono a la atmósfera, mediante un modelo REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal).
“El proyecto busca obtener créditos de carbono a través de estándares internacionales. Ya pasamos la auditoría del cuerpo verificador, y ahora estamos en la etapa final del proceso. En pocos meses más, podremos contar con los créditos y así financiar las acciones que ya venimos desarrollando en las comunidades locales”, explicó Sebastián Cantero, gerente de comunicaciones de Chaco Vivo.
El cálculo del carbono almacenado no es una estimación liviana. Requiere trabajo técnico, inventarios forestales detallados y análisis estadísticos basados en ecuaciones alométricas, realizadas por un equipo liderado por el ingeniero forestal Víctor Careaga. A través de estos cálculos, Chaco Vivo estima que más de 30 millones de toneladas de carbono están siendo protegidas de ser liberadas a la atmósfera, gracias al proyecto.
Atenil Paraguay cuenta con permisos de uso de suelo del Ministerio del Ambiente (Mades) para parte de esas tierras. “Ahí radica el valor climático del proyecto. Esa diferencia entre lo que se podría deforestar y lo que efectivamente se conserva es lo que le da fuerza al modelo”, señaló Cantero.
A parte de la conservación ambiental, Chaco Vivo sigue trabajando con 14 comunidades indígenas, de las cuales 7 ya trabajan directamente con proyectos. El enfoque va desde programas de salud y educación, hasta capacitación agrícola, talleres de carpintería, liderazgo femenino y recuperación de saberes ancestrales.
Uno de los ejemplos más destacados es el taller de cerámica indígena, donde los miembros de las comunidades recrean y comercializan objetos tradicionales. “No se trata solo de ayudar. Se trata de devolver protagonismo a estas comunidades, que por décadas fueron postergadas”, remarcó Cantero. En paralelo, también impulsan huertas familiares, cría de ganado menor, y talleres creativos para niños.
Chaco Vivo hoy en día tiene un convenio con la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNA, para realizar un monitoreo científico del ecosistema. Cada tres meses, un equipo de investigadores instala cámaras trampa en distintas zonas del bosque, registrando miles de imágenes.
“Gracias a este sistema, confirmamos la presencia de especies como el yaguareté, el tatú carreta y el águila coronada, que está en peligro crítico. Esta información científica no solo valida la importancia del área, sino que permite educar y concienciar sobre el valor de lo que tenemos en Paraguay”, enfatizó Cantero.
Este esfuerzo se enmarca dentro de la certificación CCB (Clima, Comunidad y Biodiversidad), que asegura que el proyecto tiene un impacto positivo integral en estos tres ejes fundamentales.
Entre los planes para los próximos meses, se incluye una mayor socialización de los resultados de biodiversidad, el apoyo a investigaciones académicas, y la continuidad del trabajo con las comunidades. “Queremos que el paraguayo sepa lo que hay en Paraguay. Que entienda el valor real del monte chaqueño”, destacó.
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