Marcas políticamente correctas: ¿toma de conciencia o golpe de marketing?

(Por Carlos Darío Torres) Modificar el logotipo de una marca para adecuarlo a los nuevos tiempos -que ya no tolera los mensajes de racismo, machismo ni cualquier señal de discriminación- es una jugada arriesgada que pone en la balanza el peso de la identidad versus la necesidad de incorporar los valores que hoy la sociedad considera correctos. Blancaflor, la marca argentina de harina leudante, desplazó a la cocinerita afrodescendiente de sus envases y generó polémica.

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Los cambios que las empresas introducen en su imagen de presentación, para actualizarse y enviar mensajes políticamente correctos ¿responden a una toma de conciencia aplaudible o no pasa de ser una movida de marketing con fines publicitarios?

“Creo que hay un poco de ambas cosas”, responde Gustavo Lohfeldt, director y fundador de Provokers, una firma consultora en investigación de mercados. “Si es una decisión de marketing, depende de la convicción de la empresa en lo que está haciendo, si lo que se dice está de acuerdo con los valores de la compañía. Creo que si hay oportunismo, el consumidor de hoy se da cuenta”, explicó.

Blancaflor acaba de dejar de lado una imagen que era parte de su identidad, la feliz cocinera con rasgos de afrodescendiente para reemplazarla por unas manos amasando, que tanto pueden ser de una mujer como de un hombre.

Sí o no
La decisión generó discusiones a favor y en contra en las redes sociales. Por un lado están los que consideran que la imagen naturalizaba no solo el racismo, identificando al personaje con una persona esclavizada, sino también con el machismo, al reforzar la idea de que es la mujer la que se dedica naturalmente a las tareas de la cocina.

En la otra esquina se ubican quienes consideran que a los que buscan enviar señales de lo correcto políticamente, esta vez se les fue la mano, ya que la cocinerita resultaba simpática y quien la veía lejos estaba de relacionarla con un afán de discriminación.

“El logo es un valor de la marca, lo que llamamos signos identificatorios, que uno muestra y la gente sabe que es la marca sin ver la marca. Cualquier cosa que hagas con eso va a ser una pérdida. El manual dice ‘actualizarlo, no que lo pierdas’. Ahora, todos estamos conscientes de la tendencia en este momento, del cuidado que hay que tener en la comunicación de ciertos temas que son sensibles”, agregó Lohfeldt.

Para Juan Ignacio Genovese, de Genovese Consultora, el cambio de logo de Blancaflor es muy peligroso. “Puede costarle a la famosa marca de harina una pérdida de share (participación de mercado) importante, o hasta incluso quedar en los últimos peldaños de la categoría. Obviamente, la empresa Molinos hizo el cambio para no perder participación, porque sabe que las nuevas generaciones tienen otros valores culturales, y entre ellos hay una fuerte protección por los derechos, la no discriminación racial, la igualdad de género y otros”, dijo.

Según el experto, la posibilidad de que exista alguna discriminación racial de parte de los creadores de la marca, viene de los malos pensamientos de los mismos que la pueden criticar, “porque en vez de ver una mujer agradable, bella, cocinera, feliz con su profesión, están presuponiendo, que se trata de una mujer del 1800 que sufre los avatares de la esclavitud”, consideró.

Pero ¿está bien o está mal modificar un logo? “No soy quién para decir si está bien o está mal pero no creo que yo lo hubiera perdido tan violentamente, no sé si no me hubiera exprimido el cerebro con mis agencias para no eliminar a la cocinerita, pues ahí hay un valor que uno pierde ¿Se daña la marca? Diría que no porque Blancaflor es mucho más que la cocinerita, pero estás perdiendo algo que costó mucho conseguir; yo agotaría todas las instancias posibles para convertir esa cocinera y darle un sentido a cambio”, añadió Lohfeldt.

En definitiva, destacó Genovese “la empresa conoce el posible rechazo que puede tener en las generaciones más jóvenes: centennials y parte de los millennials. Ellos serán sus consumidores más fuertes en breve. Pero es inevitable señalar que el packaging actual pierde la fuerza que tenía el anterior; que era un clásico en la cocina de la abuela o la mamá”, remarcó.

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