En conversación con InfoNegocios, el especialista explicó cómo estas herramientas pueden convertirse en el “GPS” de una compañía, marcando el punto exacto en el que se encuentra y trazando el camino hacia donde debe ir.
“Tras todo trabajo de auditoría, independientemente de que sea con una finalidad puntual como la fiscal, la financiera o la interna, el verdadero propósito es servir de GPS al directivo, al socio, al dueño. Aquí estamos, aquí falta llegar. Si un auditor no nos da la herramienta de explicarnos dónde mismo estamos o qué riesgos corremos, finalmente solo nos sirve para una formalidad”, afirma Sánchez Villanueva.
En otras palabras, más que cumplir con una exigencia normativa, una auditoría debería entregar a los líderes empresariales un mapa claro de riesgos, fortalezas y oportunidades de mejora.
Uno de los principales aportes de auditarse de manera periódica es la objetividad. Según Sánchez Villanueva, una revisión seria permite validar con pruebas lo que está mal, pero también reforzar lo que se está haciendo bien.
“El principal beneficio que se obtiene es la fórmula aplicada a la debilidad. Me permite como propietario tener el control exacto de dónde aplicar medidas, y en el mejor de los casos comprobar qué exactamente estamos haciendo bien como empresa”, sostiene.
De esta manera, la auditoría se convierte no solo en un ejercicio de control, sino también en un mecanismo de aprendizaje que ayuda a consolidar prácticas exitosas.
¿Cuándo debería una empresa —sea una pyme o una gran compañía— encarar una auditoría? Para el consultor, la respuesta está en prestar atención a las señales que encienden la alarma.
“Las empresas que llegado un punto no cuentan con un feedback técnico sobre sus procesos o sobre sus números, y los propietarios piensan que algo está faltando para que cierre ese círculo, entonces ese es el momento ideal. El principal indicador es la falta de comprensión o entendimiento sobre los resultados de la empresa, sean estos positivos en forma constante y progresiva. Más alarmante aún es cuando existen desacuerdos o resultados de malas decisiones: allí necesariamente necesitaremos una opinión técnica”, explica.
En otras palabras, la auditoría no debería llegar solo cuando hay problemas fiscales, sino cuando los líderes perciben que los resultados no se entienden del todo o cuando el rumbo del negocio genera dudas.
Más allá de detectar errores o irregularidades, una auditoría puede convertirse en un verdadero motor de mejora continua. Todo depende, según Sánchez Villanueva, de la disposición de los dueños a aplicar lo que surge del informe.
“La auditoría se convierte en una herramienta cuando el dueño decide aplicar en forma progresiva o unánime las recomendaciones que se emanan de un informe. La mejora continua ocurre cuando en el siguiente periodo de control se ha comprobado un nuevo procedimiento, una medida correctiva aplicada o una debilidad que ya no existe. Ese es el mejor resultado de una auditoría”, puntualiza.
La conclusión es que, auditar no es solo revisar números o cumplir con una obligación, sino tener a mano una brújula que guíe a la empresa hacia un crecimiento más sólido y ordenado.
Con la visión de especialistas como Sánchez Villanueva, queda claro que las auditorías pueden dejar de ser vistas como un mal necesario para convertirse en un aliado estratégico, capaz de ofrecer certezas en un entorno empresarial cada vez más desafiante.
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