“Estamos retomando con fuerza el trabajo en mejoramiento genético vegetal”, afirmó Orlando Noldin, director general de Programas de Investigación del Instituto Paraguayo de Tecnología Agraria (IPTA), en entrevista con InfoNegocios. Las tres variedades nacionales de tomate, recientemente registradas en el Senave, son el resultado de un convenio con Taiwán y buscan ser una alternativa sustentable frente al uso de híbridos importados, cuyos altos costos dificultan el acceso de pequeños agricultores.
De estas nuevas líneas, dos son variedades perita y una es lisa. Si bien por cuestiones logísticas de momento se distribuye solo una, el objetivo es extender el uso de las tres entre los productores. La diferencia es que estos materiales no son híbridos, por lo que permiten al productor guardar semillas para la siguiente zafra, abaratando significativamente los costos. “Una sola planta bien manejada puede generar hasta 5.000 semillas. Es un cambio estructural”, destacó Noldin.
La biotecnología aplicada en estos desarrollos no se queda en el tomate. Ya se trabaja en líneas similares de locote y melón, e incluso se están revitalizando programas de mejoramiento de mandioca, un cultivo estratégico para la seguridad alimentaria y la industria almidonera del país
“El cambio climático está generando nuevas presiones sobre los cultivos. Plagas y enfermedades que antes no eran problema ahora lo son, y necesitamos soluciones rápidas. Ahí entra la biotecnología como herramienta indispensable”, explicó Noldin. En su caso particular, Noldin relató para nuestro medio cómo, durante sus estudios de posgrado, aplicó técnicas biotecnológicas para identificar diferencias genéticas entre maíces nativos de distintas zonas del país, información que resultó esencial para dirigir mejoramientos con base científica.
Este enfoque más técnico y localizado de la biotecnología cobra aún más relevancia en un contexto donde muchos programas de fomento agrícola tradicionalmente dependieron de insumos extranjeros. “Estamos buscando que el pequeño productor tenga autonomía. Hoy una semilla híbrida puede costar hasta G. 1.000 por unidad. Además, requiere alta tecnología para expresar su potencial, algo fuera del alcance de la mayoría”, subrayó.
Actualmente, los nuevos materiales se distribuyen en forma de plantines a grupos seleccionados de productores, con el acompañamiento técnico necesario para que puedan manejar correctamente las plantas madre y multiplicar sus propias semillas en ciclos posteriores.
En paralelo, el MAG y sus centros de investigación están fortaleciendo sus capacidades técnicas en biotecnología. “Hay mucho talento paraguayo trabajando en edición génica, cultivos in vitro, diagnóstico de enfermedades. Sería muy positivo que se visibilice más ese esfuerzo, sobre todo en fechas como esta”, añadió Noldin, quien invitó a conocer los laboratorios y proyectos en curso, tanto en Caacupé como en Capitán Miranda.
Lejos de ser una promesa lejana, la biotecnología es hoy un recurso estratégico para aumentar la resiliencia del agro paraguayo, reducir su dependencia externa y fomentar un desarrollo más equitativo. “Es una herramienta que vino para quedarse”, concluyó el ingeniero.
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