Galeano señaló que la comparación entre generaciones debe entenderse dentro de un contexto nacional transformado. “Se trata de dos países totalmente diferentes y que se transformaron en 20 años. El Paraguay de hace 20 años es muy diferente al Paraguay actual”, explicó. Según el ministro, el cambio se consolidó a partir de 2003 con reformas fiscales y monetarias que estabilizaron el país. “En 2002 la pobreza alcanzaba al 58% de la población y hoy, utilizando las mismas metodologías, estamos en un 20%”, destacó.
Ese salto —de 6 de cada 10 personas pobres a apenas 2 de cada 10— acompañó un crecimiento económico promedio del 3,5%, que llevó al país “de una economía de ingresos bajos a un país de renta media alta”. Sin embargo, esta mejora macroeconómica no se traduce automáticamente en facilidad para comprar una casa.
El mercado inmobiliario y la presión del suelo urbano
Parte de la explicación, según Galeano, está en la transformación del mercado urbano. “La economía se transformó y se han desarrollado muchas inversiones, principalmente en todas las cabeceras departamentales”, dijo. Terrenos antes destinados a viviendas familiares ahora compiten con desarrollos comerciales, industriales y centros de servicios, lo que encarece la tierra.
“Anteriormente era más fácil acceder a un terreno. Hoy eso compite no solamente contra quien quiere construir su vivienda, sino también contra inversiones”, señaló. El Área Metropolitana de Asunción muestra casos claros: zonas que antes eran residenciales se convirtieron en polos comerciales, y la instalación de grandes shoppings impulsó un dinamismo que elevó el valor de los terrenos.
En síntesis, antes era más fácil acceder a una vivienda porque los precios del suelo y de las casas crecían más lento que los salarios, las ciudades eran más pequeñas y había abundancia de terrenos baratos para autoconstrucción. Además, el suelo urbano no competía con shoppings, industrias o grandes desarrollos, los créditos eran más accesibles y las familias tenían gastos menores y mayor estabilidad laboral. Hoy, en cambio, el valor del terreno se disparó por la presión inmobiliaria, los sueldos no acompañan ese ritmo, las normas urbanas son más exigentes y el costo de vida es más alto, lo que hace que comprar una casa sea mucho más difícil para las nuevas generaciones.
Acceso a vivienda y programas de apoyo
Galeano reconoció que el acceso a la vivienda ha evolucionado, pero con valores más altos que hace 20 años. “Creo, con datos, que se ha ido expandiendo el acceso, pero obviamente los valores eran muy inferiores a los actuales”.
En este contexto, el Gobierno impulsa el programa Che Róga Porã, orientado a facilitar el acceso a viviendas para la clase media. La iniciativa ofrece créditos con tasas preferenciales y plazos largos, y su versión 2.0 amplía las modalidades: compra de vivienda terminada, construcción en terreno propio o refacción de casas existentes. Galeano explicó que, combinando esta política con mayor presencia de bancos privados, “el desarrollo del programa permitirá que más familias de clase media puedan acceder a la vivienda”.
El ministro enfatizó que Che Róga Porã busca ofrecer un canal real de acceso a la vivienda, con tasas históricas y cuotas que comienzan cuando la familia se muda, ofreciendo previsibilidad financiera. “Es la tasa más baja en la región para acceso a vivienda y se está expandiendo para cubrir más necesidades de las familias paraguayas”, señaló.
Desde el sector inmobiliario, Carmen Vázquez (titular de la inmobiliaria que lleva su nombre y con 18 años de trayectoria en el rubro) coincide en que el acceso a la vivienda hoy se volvió más complejo por una combinación de factores económicos y sociales. Explica que, aunque los préstamos siguen siendo relativamente accesibles para quienes cumplen los requisitos básicos, muchos jóvenes no logran llegar a ese paso porque destinan buena parte de sus ingresos al consumo inmediato. “Podés ganar bien, pero si gastás más de lo debido, no te va a alcanzar”, señala, recordando que en muchos casos el monto de un alquiler equivale al de una cuota hipotecaria. A eso se suma un nivel de vida más costoso, impulsado por mayores exigencias sociales en vestimenta, tecnología y estilo de vida, que terminan reduciendo la capacidad de ahorro.

Vázquez también observa que el auge inmobiliario —especialmente en zonas demandadas como Asunción, Lambaré o los corredores cercanos a centros educativos y laborales— encareció los valores y cambió las preferencias de compra. Hoy, dice, los clientes priorizan departamentos pequeños, pero bien ubicados, evitando largos traslados y costos asociados al transporte. Sin embargo, esa comodidad también tiene un precio: “Los departamentos no están baratos, están caritos”, reconoce. Esto, combinado con la presión inflacionaria y salarios que no crecen al mismo ritmo que el valor del suelo, hace que para muchas familias jóvenes la vivienda propia se sienta cada vez más lejana.
La realidad muestra un Paraguay más próspero, con reducción de pobreza y crecimiento económico, pero con un mercado urbano competitivo que presiona los precios del suelo y una clase media que percibe que su poder adquisitivo no alcanza. La pregunta de fondo es cómo equilibrar la expansión económica con políticas habitacionales que permitan que las nuevas generaciones vuelvan a cumplir el sueño de la casa propia.
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