Según Mayeregger, el fenómeno actual —heladas intensas tras varios inviernos relativamente benignos— encontró a muchos pequeños agricultores desprevenidos. “Algunos ya se olvidaron del manejo básico de invierno porque no teníamos heladas tan marcadas desde hace unos cinco años”, señaló.
En este contexto, el especialista resaltó la importancia de reforzar la difusión de tres prácticas fundamentales para enfrentar las bajas temperaturas: el uso estratégico del sistema de riego, el empleo de cobertores y la generación de humo.
Riego como escudo térmico
En verano, el riego es esencial para contrarrestar el estrés hídrico. Pero en invierno cumple una función totalmente distinta: aumentar la humedad ambiental para evitar que las temperaturas caigan drásticamente a nivel del cultivo. “La idea es simular una atmósfera más húmeda, lo que ayuda a generar un leve aumento térmico. Se debe pulverizar agua sobre las plantas cada dos horas durante la noche, sin saturar el suelo”, explicó el coordinador.
Este método no solo protege las plantas, sino que contribuye a romper la “inversión térmica”, fenómeno típico de las heladas, donde la temperatura es más fría a nivel del suelo que en las capas superiores del aire.
Cobertores plásticos y nubes artificiales
Otra medida efectiva es cubrir los órganos reproductivos de las plantas, como flores o frutos, especialmente durante su etapa crítica de desarrollo. “En el caso del banano, por ejemplo, se utilizan bolsas plásticas para proteger los racimos”, indicó. Sin embargo, advirtió que esta protección es efectiva solo para cultivos de pequeña escala, del tamaño de una huerta o invernadero, no en superficies extensas.
La tercera técnica sugerida es la generación de humo (no fuego), que actúa como una nube artificial sobre el cultivo. “Lo que se busca es atrapar el calor que emana del suelo para que no se pierda hacia la atmósfera. Esta es una práctica sencilla, económica y bastante efectiva si se aplica correctamente”, señaló Mayeregger.
El ejemplo de los frutilleros
Algunos productores han sabido anticiparse al frío. El funcionario destacó el caso de los cultivadores de frutilla de la zona de Areguá, quienes han implementado con éxito estas prácticas. “Cubrieron sus parcelas y usaron riego nocturno. En esas condiciones no hubo prácticamente afectación”, mencionó.
Este enfoque, si bien ya es parte del manejo tradicional en frutilla, podría replicarse en otros cultivos sensibles como tomate, locote, papa o cebolla. Sin embargo, requiere ciertas adaptaciones según la especie y la etapa fenológica de las plantas.
Vale mencionar que la aplicación de medidas de protección para los cultivos (como es el uso de sistemas de riego) es un requisito exigido por el MAG para los productores que quieran ser beneficiados por programas como “Tomate todo el año” o los que promueven el cultivo de papa, ajo y cebolla. Esto responde tanto a la necesidad de enfrentar el calor extremo en verano como al desafío de las heladas en invierno.
“El que produce sin tener en cuenta el factor ‘agua’ en Paraguay no puede considerarse productor. Ya no se puede hablar de agricultura sin riego”, afirmó Mayeregger, subrayando que este equipamiento es una inversión fundamental, no solo para sostener la producción, sino también para minimizar riesgos climáticos.
Las heladas son parte del ciclo agrícola, aunque su intensidad varía año a año. Por eso, retomar prácticas adecuadas y mantener actualizados los protocolos de protección puede marcar la diferencia entre salvar o perder una cosecha.
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