¿Cómo afectan las clases online a las escuelas agrícolas?

Las Escuelas Agrícolas, Cerrito, Belén y el Centro Educativo Mbaracayú implementan una metodología impulsada por la Fundación Paraguaya, en un modelo híbrido de teoría y práctica, inspirados en la metodología learning by doing (aprender haciendo) del pedagogo americano John Dewey. La dinámica se basa en el aprendizaje en aula como una parte del proceso, donde la otra parte fundamental es la práctica, según la organización.

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La Escuela Agrícola de Belén imparte un currículo con énfasis en apicultura, fruticultura, producción de leche, agricultura, suinotecnia, horticultura, etc. Por su parte, los alumnos del centro educativo ubicado en la Reserva del Bosque Mbaracayú, estudian para recibir el título de Bachiller Técnico en Ciencias Ambientales.

Para esta propuesta pedagógica, las clases presenciales son fundamentales, ya que sus aulas son la naturaleza misma, el bosque, la chacra, el campo, la tierra y los recursos naturales. Este modelo educativo ha servido como ejemplo para más de una veintena de países, ya que, sin recurrir a subsidios estatales ni donaciones, las instituciones pueden solventar sus operaciones con los productos que se logran dentro de las clases teórico-prácticas.

Las tres escuelas suman alrededor de 450, alumnos en total quienes, desde marzo del año 2020, dejaron las aulas y su campus de aprendizaje para retornar a sus casas. El país cuenta con más de 120 escuelas agrícolas, donde la realidad de los estudiantes es similar a los de las instituciones administradas por la Fundación Paraguaya.

Otra realidad silenciosa que no ha sido planteada en ninguno de los planes presentados, es que estos jóvenes pertenecen a entornos rurales de alto nivel de vulnerabilidad, donde la situación de sus familias, especialmente por la pandemia, aumenta el riesgo de otras problemáticas como la desnutrición, la falta de acceso a agua potable y la brecha tecnológica que impide que puedan desarrollar las clases en formato virtual.

La Fundación Paraguaya ha mantenido contacto permanente con las más de 500 familias involucradas en su comunidad educativa, para relevar sus necesidades y sus anhelos. La inmensa mayoría de alumnos manifestaron sus ganas de volver a clases para poder continuar aprendiendo, en casos más extremos, poder seguir alimentándose, beber agua potable y tener acceso a una cama, según expresaron.

La comunidad educativa de estas instituciones, que tienen régimen de internado, ha presentado propuestas a sus supervisiones regionales sin respuesta, donde postulan las condiciones seguras y sin riesgos para sus alumnos y docentes, por el tipo de infraestructura, logística y modelo educativo que presentan, que les permitirá volver a clases, además de que cuentan con todas las herramientas de bioseguridad, cumpliendo con las recomendaciones de organismos y autoridades nacionales.

Martín Burt, director ejecutivo de Fundación Paraguaya, indicó que debe ser garantizado el derecho humano del acceso a la educación. “Es importante abrir las instituciones educativas, mucho más en las zonas rurales para las clases presenciales, donde la educación es la única herramienta clave que permitirá romper el ciclo de la pobreza de las familias y que permitirá que estos jóvenes generen, luego de egresar, polos de producción en sus comunidades de origen”, agregó.

La educación en Paraguay
La Fundación Paraguaya realizó una encuesta a través de la herramienta del Semáforo de Eliminación de la Pobreza, donde ha encontrado que los distintos actores relacionados a la educación analizan esta problemática desde su propia perspectiva, mientras que los verdaderos actores de la educación, es decir, estudiantes, docentes y padres o tutores, no son consultados sobre cuáles son sus principales puntos de dolor y cuáles son sus pequeños éxitos dentro de un sistema educativo que requiere urgentemente una reforma.

La herramienta presentada por la Fundación Paraguaya, permite tomar acciones concretas dentro del sistema de aprendizaje, con el fin de activar el potencial de los estudiantes, docentes y padres para alcanzar un mayor éxito en sus metas y objetivos. Los estudiantes autoevalúan sus condiciones de aprendizaje y bienestar, que luego implementan con un plan personalizado según sus prioridades, mientras que los docentes autoevalúan sus prácticas pedagógicas y las condiciones que mejoran la experiencia educativa para sus estudiantes, determinando sus fortalezas y oportunidades de mejora, a la par que los padres o tutores autoevalúan las condiciones que facilitan la educación de sus hijos para crear acciones concretas de apoyo.

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