Así nació Tatarendy, su emprendimiento de velas artesanales, cuyo nombre significa “fuego” en guaraní. “Quería hacer algo que le llegue a las personas. Que vean: ‘wow, esto hizo Leti’. Eso quería transmitir”, comentó. Lo que comenzó como una búsqueda personal terminó transformándose en un emprendimiento que combina creatividad, emoción y conexión con quienes reciben sus piezas.
El camino hacia Tatarendy comenzó en mayo de este año, cuando Leticia asistió a un taller de velas en el Instituto Gala Home, que se convirtió en su inspiración y guía. Desde entonces, se sumergió en el mundo de la cera, los moldes y los aromas, perfeccionando técnicas y explorando nuevas formas de expresión. Su interés se centró especialmente en los arreglos florales con velas, una propuesta novedosa que le permitió diferenciarse en un mercado donde lo artesanal y lo emocional se combinan.
“Tatarendy nació como un espacio de conexión personal. Cada vela tiene un significado propio: una intención, una emoción, un momento. Con el tiempo, lo que empezó como un hobby se transformó en un emprendimiento”, explicó Leticia a InfoNegocios. Sus primeros clientes fueron sus amigas más cercanas y su familia, pero rápidamente la marca comenzó a ganar visibilidad y, gracias a la logística de su pareja, incluso logró enviar algunos pedidos a Argentina, ampliando así sus horizontes internacionales.
Las velas de Tatarendy no son solo objetos decorativos: cada pieza está hecha a mano, con cera vegetal y fragancias seleccionadas, y va más allá de lo estético. “Me inclino hacia las velas emocionales y los arreglos florales, que buscan alegrarle el día a quien las recibe. Cada creación transmite belleza, calma y cuidado personal, a través de los detalles, los aromas y los colores”, señaló Leticia. Los precios varían según el tamaño y el diseño: desde G. 15.000 para velas moldeadas pequeñas, hasta G. 70.000 a 120.000 para velas en frasco; también ofrece piezas de concreto que funcionan como contenedores o bases decorativas.
El enfoque de Leticia combina lo artesanal con lo emocional, buscando que cada vela represente un pequeño ritual: encenderla se convierte en un acto de reconexión consigo mismo, un instante de calma y belleza. “Cada vela es una forma de encender algo más que una llama: un recuerdo, una intención o una emoción. Eso es lo que quiero compartir con cada persona que recibe mi trabajo”, agregó.
El futuro de Tatarendy apunta a seguir creciendo. Leticia planea abrir un taller donde las personas puedan acercarse a crear sus propias velas y arreglos, eligiendo colores, aromas y formas, y vivir la experiencia completa de encender su propio fuego interior. La propuesta busca ir más allá de un producto: se trata de generar momentos de inspiración y creatividad, al mismo tiempo que se construye una comunidad alrededor de lo artesanal y lo emocional.
Los pedidos de Tatarendy se realizan con al menos siete días de anticipación, con envíos dentro de Gran Asunción, al interior del país y, ocasionalmente, a Argentina. Cada detalle del embalaje se cuida cuidadosamente, para que la experiencia llegue completa y refleje el espíritu del emprendimiento.
Tatarendy es una historia, una emoción y, sobre todo, una muestra del fuego interior de su creadora, que encontró en la creatividad una forma de iluminar su propio camino y el de quienes la rodean.

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