La costumbre se basa en la creencia de que al iniciar el mes de agosto (que es considerado un tiempo difícil por los cambios de estación, enfermedades y malas energías) es necesario "limpiar el cuerpo" de las malas vibras. Tomarlo es una forma de cuidarse, de prepararse, y también de reencontrarse con las raíces.
En las casas, en los mercados de barrio o en versiones listas para consumir, el carrulim se mantiene vigente, cruzando generaciones y clases sociales. Hay quienes lo preparan en casa con la receta que pasaron los abuelos, exprimiendo el limón con la mano, cortando hojas frescas de ruda del jardín y usando caña paraguaya. Otros lo compran ya embotellado, pero sin perder el respeto por lo que representa.
En ese marco, InfoNegocios conversó con Christian Rasmussen, gerente de marketing de Fortín, una de las marcas que elabora carrulim a gran escala y lo distribuye en formato industrial. “El tema de la paraguayidad es uno de los pilares fundamentales de Fortín”, explicó, asegurando que lo importante para ellos es preservar la esencia de la tradición, pero dándole un toque de actualidad.
Durante los últimos años, la marca ha incorporado campañas creativas para acompañar el ritual. En plena pandemia, por ejemplo, lanzaron un alcohol en gel saborizado con carrulim, y en época de vacunación, distribuyeron la bebida en pequeñas jeringas como una “dosis contra la mala onda”. Según Rasmussen, estas acciones buscan “modernizar y que sea atractivo, sin dejar de cuidar la tradición y la costumbre”.
Aun así, aclaró que el producto se mantiene lo más natural posible: “Sigue siendo artesanal. Tiene caña, jugo exprimido de limón, miel natural de abeja y hojitas de ruda”. La diferencia está en el formato, pensado para llegar a más personas y facilitar el acceso. “Lo encontrás desde una despensa de barrio hasta el supermercado más chuchi de Asunción”, afirmó.
Más allá de las marcas, el carrulim es una de esas costumbres que resisten el paso del tiempo porque conectan con lo más esencial de las personas, que es la identidad. Y, como cada año, miles de paraguayos se preparan para tomar su trago de protección, repitiendo una vez más el viejo ritual de espantar la mala onda y abrirle la puerta a lo bueno.
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