Por tercera vez en la historia, Paraguay albergó la final de este torneo continental, luego de que la organización definiera que Bolivia no podía ser sede del encuentro. Bajo el liderazgo de Alejandro Domínguez, la Conmebol optó por traer nuevamente el partido a Paraguay, aunque por primera vez se disputó en el Estadio Defensores del Chaco, generando una distribución diferente del flujo de espectadores por la ciudad.
Víctor Franco, propietario del restaurante El Bodegón, uno de los locales más concurridos del centro histórico, confirmó el excelente desempeño comercial. "Más que facturación fue una fiesta porque, gracias a Dios y a los clientes, todo el fin de semana trabajamos muy bien. Pero si hablamos de un porcentaje, podemos decir que aumentaron las ventas en torno al 20%", complementó. El empresario detalló que aproximadamente el 75% de los clientes fueron de nacionalidad argentina y el 25% brasileños.
Franco atribuyó parte del éxito a las estrategias de marketing previas. "Nos ayudó bastante el marketing que hicimos antes de que vengan los argentinos. Nosotros tenemos una casa matriz en Buenos Aires, que es El Antojo; toda la publicidad que hicimos allá, con el escudo de Lanús, influyó mucho para que los hinchas vengan a El Bodegón", aseguró. El restaurante experimentó una "fiesta total" tanto en la previa como en el día después del partido, demostrando cómo la identificación cultural con los visitantes puede traducirse en resultados comerciales concretos.
La industria hotelera también registró números históricos, según confirmó Josefina Otero, presidenta de la Asociación de Industrias Hoteleras del Paraguay. "Tenemos que hacer un nuevo sondeo post Sudamericana, pero el previo era del 100% de ocupación", señaló la dirigente, indicando que las empresas de alojamiento y hospedaje tuvieron una semana completamente cargada que agotó todas las vacancias disponibles en Asunción y sus alrededores.
La llegada de los hinchas del Granate y del Galo encontró una ciudad mejor preparada que en ediciones anteriores, con una Feria Palmear más renovada y mejor organizada, lo que permitió que emprendimientos ubicados fuera del centro capitalino accedieran a una oportunidad masiva de ventas en la icónica avenida. Esta infraestructura complementaria ayudó a distribuir el beneficio económico más allá de las zonas tradicionalmente turísticas.
El fenómeno comercial trascendió lo estrictamente deportivo, convirtiéndose en una prueba más de que los eventos internacionales pueden dinamizar la economía local cuando se articulan estrategias público-privadas efectivas.
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