Esta cifra duplica con holgura lo observado en épocas previas a la ley de tarjetas, desmintiendo así los pronósticos más pesimistas que marcaron la discusión pública en su momento.
El MBA y consultor financiero, Stan Canova, explicó que el punto de inflexión estuvo en el cambio regulatorio. “Las tarjetas de crédito, antes de la ley de tarjetas de crédito, tenían una tasa de interés que rozaba lo que era la usura. Era básicamente más caro que los créditos al consumo”, recordó. Esa situación generaba un fuerte rechazo en gran parte de los consumidores, quienes veían a las tarjetas como una herramienta demasiado onerosa en comparación con otros productos financieros.
La norma aprobada en 2014 redujo de forma significativa las tasas, que pasaron de niveles superiores al 30% a alrededor del 12%. Sin embargo, la primera reacción del mercado fue la eliminación de beneficios y promociones que los bancos y emisores solían ofrecer en alianza con comercios. En ese entonces, incluso referentes de la banca y exministros coincidían en que el acceso al crédito se volvería más complicado y que los consumidores perderían interés en solicitar tarjetas.
El tiempo, no obstante, jugó en sentido contrario. “Lo que pasó ahí fue que se acabaron todas las promociones que ofrecían las tarjetas de crédito con los comercios. Pasaron los años y los bancos empezaron a tirar las promociones de vuelta”, aseveró. Agregó que la aparición de algunos bancos comenzó a impulsar otra vez los incentivos para que la gente solicitara tarjetas de crédito e instalaron los reintegros.
El fenómeno se extendió rápidamente a otras entidades que también apostaron por revivir la dinámica de ofertas y reintegros, recreando un escenario similar al que existía antes de la ley, pero con tasas mucho más bajas y un mercado ampliado. “Otros bancos se sumaron al escenario pre ley de tarjetas y eso generó un círculo virtuoso que atrajo a más usuarios”, agregó el consultor.
De hecho, los números dan cuenta de la magnitud del cambio. En noviembre de 2014, antes de la aplicación plena del tope de intereses, el país contaba con menos de 900.000 plásticos en circulación. Hoy, la cifra supera los 2,2 millones y, de acuerdo con las estadísticas oficiales, sigue en ascenso. “Hoy tenemos una cantidad de tarjetas que duplica las épocas pre ley de tope de tarjetas de crédito. Nunca hubo una debacle financiera como se decía”, apuntó Canova.
Aunque en su momento el tope de intereses fue visto como una amenaza para la estabilidad del negocio, en la práctica abrió la puerta a un crecimiento más equilibrado, con un acceso más democrático al crédito y una competencia más intensa entre bancos.
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