“El suelo en esta región es muy arenoso, lo que lo hace frágil frente a las lluvias intensas. Sin una cobertura adecuada, los nutrientes se pierden y la tierra se degrada”, explica Julio Rivas, técnico de la cooperativa 4 Vientos del departamento de San Pedro. Por eso, desde la organización se impulsa con fuerza el uso de abono verde, una práctica que ayuda a conservar la capa fértil del suelo, incrementa la materia orgánica y evita la erosión.
El enfoque, sin embargo, no se limita a una técnica puntual. Cuatro Vientos promueve una agricultura diversificada, donde conviven cultivos de renta como chía, sésamo y poroto con rubros de autoconsumo como mandioca, maní, batata y maíz. “Primero aseguramos la comida de la familia, y después se piensa en los ingresos”, destacó un productor local.
Una de las claves del modelo es la planificación individualizada. Los técnicos de la cooperativa visitan finca por finca, conversan con las familias, evalúan las condiciones y trazan planes a medida. Esta planificación incluye tanto la producción para el consumo diario como para el mercado. Las propuestas son elevadas al consejo de la cooperativa, donde se ajustan y se definen las etapas de ejecución.
El acompañamiento técnico también es esencial. “Antes, si había dos técnicos, era mucho. Hoy tenemos seis o siete y eso marca la diferencia. Sin ese apoyo, muchos productores se habrían desanimado”, valoró Ignacio Candia, presidente de la cooperativa. Cañas resalta también la articulación con instituciones públicas y organismos como el Proyecto de Inserción a Mercados Agrarios (PIMA), el MAG y otras entidades que han permitido financiar capacitaciones y facilitar maquinaria.
La comunidad del distrito General Aquino, que forma parte del área de influencia, es un ejemplo claro de este modelo productivo. Con apenas 150 habitantes, unas 100 familias producen entre 5 y 10 hectáreas cada una, donde combinan huertas, aves, ganado menor y pastura. “Cada hogar tiene su pequeño sistema productivo. Pueden tener cinco o diez vacas, un piquete, una huerta. Todo suma, y esa es la base para mejorar”, contó uno de los referentes.
Además de mejorar el ingreso y la seguridad alimentaria, el enfoque agroecológico genera beneficios concretos para el ambiente. “La rotación de cultivos, el uso de cultivos de cobertura y la integración con animales menores mejoran no solo lo físico y lo químico del suelo, sino también lo microbiológico”, subrayó Rivas. Esto se traduce en más fertilidad, menor necesidad de insumos externos y una mayor resiliencia ante el cambio climático.
Más allá de los resultados técnicos, lo que más destaca en Cuatro Vientos es la actitud de su gente. “No es suerte, es trabajo. Organizarnos, presentar los documentos, acceder a proyectos. Así se logra. La comunidad es guapa y quiere salir adelante”, afirmó Candia con orgullo. Con 25 años de trayectoria, saben que los cambios profundos no se dan de la noche a la mañana, pero el camino ya está trazado.
Lo que ocurre en esta región paraguaya muestra que la sostenibilidad no es solo un concepto técnico. Es una forma de vida, una apuesta por el futuro y una demostración de que cuando el conocimiento se une al esfuerzo colectivo, incluso los suelos más agotados pueden florecer.
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