En conversación con InfoNegocios, Baumann repasó sus inicios multifacéticos: fútbol, handball, vóley, tenis, taekwondo, rugby. “Probé de todo”, contó entre risas. “Si pudiera dar un consejo a los jóvenes, sería ese: que prueben todos los deportes que puedan. Solo así van a encontrar su pasión”.
Ese proceso de búsqueda lo llevó a abandonar los deportes colectivos para enfocarse en uno individual, donde su rendimiento no dependiera de otros. “En el atletismo todo depende de uno, y eso me motivó”, explicó. Fue en un parque de Ciudad del Este donde, por curiosidad, se acercó a un grupo que lanzaba jabalina. Lo que comenzó con frustración, se transformó en determinación.
El arte de la jabalina
Baumann habló del lanzamiento como una coreografía o un baile. “Tenés que estar con rabia, pero relajado”, dijo. Una catapulta humana que combina precisión, potencia y control mental. “La clave es confiar en el proceso. Al principio no entendés nada, pero con entrenamiento todo se acomoda”.
A los 18 años, sin dominar aún la técnica, se propuso lanzar 50 metros como reto personal. Superó esa marca, rompió récords colegiales y poco después fue el mejor juvenil de Sudamérica, lanzando 65 metros. El talento y la constancia le valieron ofertas de más de 14 universidades de EE.UU. que querían ficharlo como atleta. Así se convirtió en el primer paraguayo becado completamente por una universidad estadounidense para lanzar jabalina.
Baumann dejó el siguiente mensaje para los jóvenes deportistas: “La incertidumbre va a estar siempre. Lo importante es la constancia, la fe en uno mismo y la determinación. Los tropiezos son parte del camino”. En un país donde los referentes deportivos escaseaban, Baumann fue pionero. Y hoy, desde su experiencia, sigue sembrando inspiración.
Hoy, retirado de las pistas, pero no del deporte, Edgar sigue vinculado al desarrollo atlético del país, compartiendo su experiencia con nuevas generaciones. Cree en el deporte como herramienta de transformación social y educativa. “No todos van a ser campeones del mundo, pero el deporte te forma en valores: disciplina, resiliencia, humildad. Y eso sirve para toda la vida”, afirmó. Su historia es prueba de que, con esfuerzo y convicción, incluso desde un parque en Ciudad del Este, se puede llegar a lo más alto.
“Todo lo que vale la pena en la vida, cuesta. Pero el sacrificio trae sus recompensas. No hay atajos al éxito”, cerró, con la convicción de quien no solo lo dijo, sino que lo vivió.
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