El resultado superó las expectativas: una producción de aproximadamente 220.000 kilos de ajo, con rendimientos de 8.000 a 9.000 kilos por hectárea, marcando el retorno del distrito al mapa productivo nacional. “Ha sido un trabajo conjunto entre los técnicos y los agricultores, con excelentes resultados. Esta primera cosecha demuestra el potencial que tiene Artigas para volver a ser un referente en este rubro”, destacó el ingeniero Diosnel Bareiro, técnico especialista en ajo del MAG en comunicación con InfoNegocios.
La Fiesta del Ajo se realizó en la comunidad de Arroyo Isla, en la finca del productor Edilberto Servián, presidente del Comité de Agricultores Santa Librada. Participaron más de 600 personas, entre productores, técnicos, estudiantes y autoridades locales. El evento contó con el apoyo de la Gobernación de Itapúa, la Municipalidad de General Artigas, la Entidad Binacional Yacyretá, Colonias Unidas y el Crédito Agrícola de Habilitación (CAH).
El ministro Carlos Giménez acompañó la celebración y anunció que el Gobierno seguirá apoyando el rubro con más inversiones y acceso a crédito. “Venimos a celebrar el esfuerzo de los productores que quieren trabajar. Vamos a continuar acompañándolos y buscaremos nuevos mercados para el ajo de Artigas”, expresó.
Durante la jornada se desarrollaron competencias de calidad de ajo, preparación de ristras y hasta la premiación de la ristra más larga del país, que alcanzó los 15,90 metros, símbolo del entusiasmo que generó la reactivación del cultivo.
El éxito de la campaña se debe, en gran parte, a la asistencia técnica brindada por el MAG a través de la Dirección de Extensión Agraria (DEAg). El ingeniero Bareiro explicó que, tras una siembra iniciada en abril, el ciclo vegetativo del cultivo se completa en 130 a 140 días, para luego ingresar en una etapa crucial: la postcosecha.
“El secado y curado del ajo definen su calidad final. Después de la cosecha, las plantas deben permanecer entre 5 y 8 días al sol, y luego se cuelgan en depósitos ventilados por unos 40 a 60 días para su curado completo. Solo así el bulbo gana firmeza, color y aroma”, detalló el especialista.
Este proceso permite conservar los ajos durante varios meses sin que se deterioren, facilita su clasificación por calibre (4, 5 o 6) y posibilita su venta en distintas presentaciones: cartones de 10 kilos, bolsas de 12 a 18 kilos o ristras de 10 a 12 kilos, muy apreciadas en ferias y supermercados. Además, parte de la cosecha se reserva como semilla certificada para la siguiente zafra.
Una de las novedades presentadas en la fiesta fue la diversificación de productos derivados, como pan de ajo, chorizo, pastas y ajo pelado envasado al vacío, elaborado por los mismos productores. “Muchos consumidores prefieren el ajo ya pelado, por eso estamos ofreciendo esta presentación, lista para usar”, comentó Bareiro.
Aunque Paraguay aún importa alrededor del 90% del ajo que consume —principalmente desde Argentina, Brasil y China—, la producción de Artigas permitirá cubrir cerca del 10% de la demanda nacional, estimada en 20.000 a 22.000 kilos diarios.
“La experiencia fue muy positiva. Logramos vender más de G. 15 millones en la feria solo en forma de ristra, y despertamos el interés de otros productores que quieren sumarse al rubro”, añadió Bareiro.
Con organización, apoyo técnico y manejo adecuado de la postcosecha, el distrito de General Artigas no solo recupera una tradición agrícola, sino que sienta las bases para convertir nuevamente al ajo paraguayo en un producto competitivo, de calidad y con sello nacional.

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