Según Palomino, en la primera década de los 2000, cuando los celulares, computadoras comenzaron a masificarse, el uso promedio de estos dispositivos era de aproximadamente dos horas diarias. Actualmente, estudios realizados a nivel global, muestran que las personas pasan entre cinco y seis horas frente a sus pantallas diariamente. Esto incluye la interacción directa con redes sociales, escuchar música, ver videos o aplicaciones funcionando en segundo plano.
El especialista destacó que las redes sociales están diseñadas para retener al usuario, con contenidos dopaminizantes y algoritmos que dificultan salir de la aplicación. Esta estructura busca maximizar el tiempo de permanencia y, por ende, los ingresos de las plataformas. “Si alguna vez intentaste salir de Instagram o TikTok, sabrás que no basta con un solo clic: a veces necesitas dos o tres pasos para abandonar la aplicación”, dijo Palomino.
El impacto de este consumo constante se refleja en la salud mental y emocional. Uno de los efectos más destacados es la comparación social, derivada de los estándares impuestos en redes sobre la apariencia, estatus o actividades de los demás. La preocupación por recibir validación digital genera ansiedad y estrés, afectando incluso la autoestima. Además, el exceso de pantallas contribuye a una baja capacidad de atención, ya que la exposición a contenidos cortos y estimulantes modifica la forma en que el cerebro procesa la información. Como consecuencia, muchas personas olvidan tareas importantes, descuidan actividades necesarias y disminuyen el hábito de la lectura, afectando tanto su vida personal como profesional.
Palomino también señaló que el estrés y la irritabilidad son comunes cuando se está constantemente conectado. “La necesidad de dopamina rápida derivada de las redes sociales provoca una especie de resaca digital al desconectarse, lo que puede repercutir en la calidad del sueño y las habilidades sociales”, explicó Palomino. Dormir se vuelve un desafío, ya que la exposición a la luz de las pantallas inhibe la producción de melatonina, hormona esencial para el descanso. Esto explica por qué muchas personas se mantienen despiertas hasta altas horas del día por la imposibilidad de dejar de “scrollear” o consumir contenidos.
Frente a este panorama, el detox digital se presenta como una herramienta efectiva. Palomino recomienda comenzar estableciendo prioridades: identificar cuáles interacciones y actividades requieren realmente estar conectado y diferenciar las que son superfluas. Limitar el uso de dispositivos, evitar multitareas digitales y establecer horarios de desconexión contribuyen a un uso más saludable de la tecnología.
Para mejorar la calidad del sueño, el especialista aconseja apagar pantallas al menos 45 minutos antes de dormir y realizar actividades de relajación como leer en físico, tomar una ducha o mantener conversaciones tranquilas. Asimismo, el detox digital no necesariamente implica una desconexión total e inmediata; puede comenzar con períodos cortos, de tres días, y ajustarse progresivamente. Incluso un tiempo reducido permite notar mejoras significativas en el sueño, el estado de ánimo y la atención.
El psicólogo enfatiza que el detox digital también debe complementarse con otras formas de obtención de dopamina saludable: ejercicio, esparcimiento al aire libre, lectura y conversaciones cara a cara.
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