“Queríamos ofrecer un espacio para desconectar sin salir de la ciudad, donde la gente pueda trabajar, compartir o simplemente disfrutar”, dijo Andrea Arnold, quien tomó las riendas de la cafetería en febrero de este año. Aunque el local ya contaba con una historia previa, bajo su nueva gestión la esencia se afianzó.
Ubicada estratégicamente entre zonas corporativas y residenciales, St. Martin recibe tanto a oficinistas con laptops como a grupos de amigas que arman su brunch de sábado. Y es que su carta acompaña todos los momentos, desde un desayuno ligero hasta una merienda con sabor a hogar.
Entre los clásicos que enamoran, según la propietaria, el matcha latte con brownie casero se lleva aplausos. También el café con belluc —una suerte de croissant criollo con corazón salado— es la dupla estrella. ¿Más antojos? Hay carrot cake, red velvet, cookies, pastafrolas y otras dulzuras. Para los salados, la carta ofrece medialunas rellenas, capresse, empanadas, sándwiches, pizzas y chipas, todos elaborados con atención y frescura.
Como buena cafetería de especialidad, St. Martin pone especial énfasis en el origen y la calidad del café. Actualmente trabajan con granos de Quinto y Totem, dos referentes locales que aseguran cuerpo, aroma y una experiencia sensorial que habla por sí sola. “El café no es solo una bebida, es una excusa para crear comunidad”, afirmó Andrea.
La ambientación también cuenta su propia historia. Inspirada en una isla, la decoración apuesta por el verde, la madera y la luz natural. Cada rincón está pensado para que te sientas lejos del ruido aunque estés a metros de todo. “Queremos seguir creciendo, ampliando el menú y también el espacio físico. La respuesta de la gente nos motiva a soñar en grande”, dijo la propietaria. Así que si estás buscando tu nuevo lugar favorito, ya sabés: la isla está más cerca de lo que pensás.
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