Para quienes no lo saben, la variedad Malbec es francesa, de la región de Cahors, donde siguen elaborando vinos con las particularidades de su terroir. Esta uva llegó a mediados del siglo XIX primero a Chile —sí— y luego cruzó los Andes hacia la soleada Mendoza, donde floreció en todos los sentidos.
Fue el despertar de una nueva vida. Dejó atrás los aires europeos, se confundió con el sol, la montaña y el clima desértico, y empezó a crecer y a ganar terreno. Sin embargo, fue recién en la década de los 90, cuando los vinos corpulentos, concentrados y potentes eran la norma, que varios enólogos argentinos visionarios entendieron que el Malbec podría ser su ticket de entrada a los mercados más competitivos.
La concentración de sus vinos, sus intensos sabores frutales, su cuerpo robusto, pero a la vez suave, y su capacidad de evolucionar en el tiempo, sumados a su fantástica relación con el roble, la convirtieron en la uva ideal para ocupar las góndolas de grandes mercados. Así pasó a convertirse en un verdadero estandarte de la viticultura argentina.
Pero, unos años después, ya entrando en los 2000, empezó la diversidad, la mirada innovadora y la búsqueda de una comprensión más profunda de este varietal. Hoy hay Malbec en el norte, en toda Mendoza y San Juan, y en la Patagonia, donde nos descubre un perfil muy distinto.
Por eso, lo que yo me pregunto, ante una historia tan cortita —de unos 30 años— es: ¿ya nos hemos cansado?
Siendo comunicadora del vino, trato de no repetir vinos cuando compro, porque veo cada descorche como una oportunidad para descubrir algo nuevo. Una suerte de mezcla entre entrenamiento y placer.
Pero creo que, cuando hablamos de Malbec, tenemos una diversidad muy grande. Hay Malbec bien frutales, otros más florales; algunos voluminosos, otros austeros; más ácidos, más secos, más simples o más complejos. Hay espumosos, rosados e incluso blancos. Hay tanto, que realmente hay de todo.
Defiendo la diversidad y la infidelidad vínica; pero está bueno no rechazar un Malbec solo porque ya tomamos varios. Como siempre decimos: animarse a probar, buscar etiquetas de diferentes zonas, estilos, cosechas, etc. Podemos sorprendernos al encontrarnos con algo nuevo para el paladar o memorable para los sentidos. Estoy segura de que, afortunadamente, nos queda mucho por descubrir de esta uva francesa radicada en Argentina.
Tal vez por eso, vale la pena preguntarnos si realmente nos cansamos del Malbec… o si nos cansamos del mismo Malbec de siempre.
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