“Nosotros tenemos menos disponibilidad de alimentos especiales porque tenemos cantidades más pequeñas de consumidores especiales”, señaló Martino. Con apenas siete millones de habitantes distribuidos en un extenso territorio, Paraguay no ofrece un volumen de mercado suficiente para sostener la producción de alimentos diseñados para públicos específicos, como celíacos, veganos o personas con intolerancias alimentarias.
El problema no radica en la falta de conocimiento técnico ni en la carencia de tecnología. Paraguay cuenta con ambos. "No es que Paraguay no tenga la tecnología ni el conocimiento; simplemente, los mercados son muy pequeños. Si uno hace un producto, por ejemplo, sin gluten, sin azúcar, sin colorantes agregados, y más para una población muy chica, no llega a ser un volumen que se pueda vender y sea sostenible. Muchas veces se hacen productos muy específicos y se exportan, entonces ahí sí tenés volúmenes grandes”, explicó Martino.
Aunque el mercado interno aún no tracciona productos de alta especialización, la industria paraguaya no es ajena a las grandes tendencias internacionales. Según Francisco, una de las más fuertes actualmente es la adición de proteínas a todo tipo de alimentos. “La proteína hoy es la niña bonita del mundo”, dijo. “Se está agregando proteína en yogures, en quesos, en los lácteos en general. Igualmente el colágeno: muchos productos ya cuentan con colágeno. La nueva tendencia también es la demonización de los carbohidratos y los azúcares. Así como antes la grasa era el enemigo, todo era libre de grasa, ahora son los carbohidratos. La tendencia más grande es al reemplazo de los carbohidratos por carbohidratos que no eleven el índice glucémico”, agregó.
Curiosamente, también hay una revalorización de las grasas saludables. Ya no se ven más como un enemigo, sino como un aliado, siempre que se trate de productos libres de grasas trans e hidrogenadas y en cantidades moderadas.
Otra tendencia que Martino destacó es la llamada “etiqueta limpia”, que alude a productos con ingredientes reconocibles, sin aditivos químicos ni nombres incomprensibles. “Se usan colorantes naturales, extractos naturales, nada que sea identificado como INS, nada que el consumidor no pueda reconocer”, informó.
Sobre el etiquetado frontal —esas advertencias octogonales que indican alto contenido de azúcar, sodio o grasa—, Francisco aseguró que “es una medida que se tomó para concientizar a la gente, pero realmente no generó grandes cambios”. Considera que el enfoque es estigmatizante y poco pedagógico. “Un producto que dice ‘alto en grasa’, la gente lo va a ver una vez, dos veces, y después va a volver a consumir, porque no sabe cuánto es de grasa ni cuánto influye en su dieta”, dijo.
En contraposición, pone como ejemplo a Europa, donde se opta por sistemas más informativos que muestran gramos de grasas, azúcares y otros componentes, permitiendo al consumidor decidir de acuerdo a su estilo de vida. En el país, por el momento, se aplica un tipo de etiquetado que es el de la lupa, parecido a la Ley de la Lupa brasileña.
“En Paraguay todavía no está aplicada la ley de etiquetado, está en proceso, pero en Argentina están en proceso de desandar el tema del octágono porque no tuvieron éxito con eso. Incluso no podían hacer publicidad de productos que tenían un octágono, no se podían hacer descuentos, entonces se demonizaba un producto que igual la gente consumía. Por ende, no se llegaba al objetivo, era solamente para asustar a la gente”, contó Martino.
Para Martino, el futuro de la industria paraguaya pasa por consolidarse como productora de alimentos de nicho con alto valor agregado, pero pensados para mercados externos. “El desafío más importante para la industria nacional es hacer productos súper de nicho para exportación”, afirmó. Así, un alimento diseñado para un segmento pequeño en Paraguay —de apenas 10.000 consumidores— podría tener un mercado de 200.000 personas en Brasil o Argentina, lo que lo vuelve rentable y atractivo.
En este camino, los convenios de homologación, como el firmado con la ANMAT argentina (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica), son clave. Estos acuerdos permiten que los productos paraguayos tengan registros válidos en otros países y puedan ingresar más fácilmente a mercados de gran escala.
Un componente crucial para dinamizar este proceso será la inversión extranjera directa. Martino puso de ejemplo a industrias paraguayas que ya producen para marcas como Carrefour en Argentina y Brasil, elaborando productos como papas fritas con marca blanca. “La forma más fácil para que venga inversión extranjera es que produzcan aquí para vender afuera”, puntualizó. Grandes compañías como Unilever, Nestlé o Arcor podrían encontrar ventajas competitivas en Paraguay —como costos bajos y ubicación estratégica— para instalar plantas industriales orientadas a la exportación.
Como punto final, Martino proyecta un 2025 con importantes desafíos, pero también con oportunidades. La retracción económica argentina y el endurecimiento de sus controles fronterizos redujeron drásticamente el contrabando, lo que deja espacio para que la industria paraguaya recupere terreno en el mercado local. Al mismo tiempo, el contexto regional abre posibilidades para comenzar a exportar productos paraguayos a la Argentina, aprovechando la apertura gradual del mercado.
En ese sentido, Martino insistió en la necesidad de que empresas paraguayas produzcan para terceros: “Que una marca nacional pueda producir para una marca extranjera, así como se hace con las papas fritas. Esa es una de las formas más rápidas de crecer”.
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