El plan de rescate planeado a comienzos de 2021 para la embarcación presupuestaba unos 60 millones de dólares a invertir por parte de la empresa Compañía Comercial de Turismo S.A. En un plazo de siete meses la sala de juegos flotante estaría lista para iniciar su actividad en el río Paraná, de lado de la demarcación guaraní, y dar empleo a unas 200 personas.
Sin embargo, en algún punto las negociaciones de la factoría con el Gobierno de Paraguay se estancaron y el traslado ni siquiera se llegó a efectuar. Este último punto fue el que más dolores de cabeza le dio a Argentina hasta conseguir ubicarlo en la ciudad de las cataratas, y de haberse consumado hubiera supuesto uno de los grandes negocios del país vecino en términos económicos.
Ni que decir de unos permisos de operación complicados de obtener, más ahora que ambos países están centrando sus esfuerzos en potenciar el mercado del juego en línea, en detrimento del sector del entretenimiento presencial. La idea del propietario era conceder una sublicencia a un tercer agente para que este reparara el navío, hecho que jamás se consumó.
En Puerto Iguazú se preguntan ahora si las ruinas del casino flotante tendrán un impacto en las aguas de la zona, al tiempo que en la nación argenta preocupa la cuantía gastada por la administración central en el equipamiento del barco. Mientras que del lado paraguayo no está claro quién ideó el cambio de frontera y si dicho movimiento tenía algún sentido.
Negocio inviable para el contexto actual
La idea de poner en marcha un barco casino con el que tratar de agitar la actual industria de juegos de azar parece más propia del siglo pasado que del actual. Mientras el negocio físico resiste como puede, la recaudación del entretenimiento en línea crece a un ritmo de más de un 10% anual, según datos del Consejo Nacional de Juegos de Azar de Paraguay (Conajzar). En 2024 el instituto ingresó PYG 175.768 millones y esperan llegar a los 500.000 millones en 2025.
En Argentina las cifras globales son más complicadas de obtener debido a la ausencia de una autoridad nacional reguladora y la cesión de competencias a cada una de las provincias del territorio (al menos 15 de las 23 cuentan con su propia ley de juegos en internet). No obstante, un estudio de Statista valora en 400 millones de dólares los beneficios de la industria en 2023 y presupuesta que serán más de 500 millones en 2025.
Además, Conajzar ha realizado avances legislativos recientemente para tratar de blindar la normativa guaraní y dar mayor estabilidad al sector del juego en línea paraguayo. Un paso que el Instituto Provincial de Loterías y Casinos de Misiones (IPLyC) ya llevó a cabo en 2020 en la población vecina con el objetivo de fortalecer la situación de los casinos online misioneros. El entretenimiento tecnológico gana terreno a su antecesor presencial.
En Argentina son 70 los negocios físicos de apuestas repartidos por toda la república, mientras que en Paraguay solo hay operativos nueve. De todos ellos solo hay uno que se encuentre en el agua y es el Casino Buenos Aires de Puerto Madero.
Así pintaba la revolución económica iguazuense hecha embarcación
El IPLyC de Misiones presentó a mediados de 2013 este proyecto millonario al que bautizó como el “mini Las Vegas argentino”. Para ello se hizo con el buque Nicolás Mihanovich, un barco de 8.000 metros cuadrados, 100 metros de eslora y 17 de manga, alojados en ocho pisos.
En este se iba a ubicar un hotel de cinco estrellas con 52 suites exclusivas, varias salas de juego y tragamonedas, salones de eventos, piscina, gimnasio y demás servicios. El beneficio para la zona de Iguazú iba a ser notable, pues el barco crearía más de 500 puestos de trabajo, más que necesarios debido a la pobreza que rodea a la ciudad.
El puerto encarna uno de los grandes puntos turísticos de Argentina y viene creciendo por encima de otros destacados como Pinamar, Las Grutas o Bariloche. No obstante, la riqueza no queda entre los más de 50.000 habitantes de la villa, sino que va a parar a las grandes cadenas hoteleras.
La llegada del barco casino cayó como un auténtico regalo para los lugareños, pero pronto se disipó la alegría a consecuencia de diversas injerencias políticas y la presión que ejercieron grupos opositores a su instalación. Y a pesar de que se formalizaron los permisos de explotación, estos jamás se ejecutaron. El bote quedó varado y desamparado.
Tanto así que ni si quiera se planteó su retirada del agua, quizá porque para su arrastre desde Buenos Aires fue preciso desmontar el piso más alto, para salvar así los puentes cercanos. Una vez en Misiones se volvió a incluir junto al resto de los habitáculos.
Su relación con Paraguay y Presidente Franco duró poco, a pesar de que podía suponer un buen complemento para un turismo con muy buenos números en el país. Ahora la nave espera por una solución que parece bastante encallada en el corto plazo.
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